viernes, 8 de noviembre de 2013

El comandante en jefe

Comandante Pablo Monsanto


Era mediados de 1983. Monitoreaba en un Yaesu FT 77 emisoras guatemaltecas en onda corta; buscaba noticias sobre lo que acontecía. Radio Nahualá, Radio Chortí; surgían en el éter con relativa potencia, pero también se desvanecían, por la fuerza de otras emisoras o por la masiva acumulación de ruidos ininteligibles para el oído de un joven inexperto. La clave morse iba y venía; grupos de números dictados de cinco en cinco por computadoras.

En ocasiones escuchaba las conversaciones de los radioaficionadados; cualquier información era bien recibida.


Con una recepción dificultosa lograba captar “Chapinlandia, melodía y paisaje de nuestra más pura nacionalidad...”. Entonces me parecía ver a mi viejo, parado frente a su mesa, martillando sus cortes delicadamente, o sentado en su máquina. Aprendí con él a apreciar y sentir en lo más profundo de mí ser las delicadas notas de la marimba, pero entonces, en la lejanía de la Patria, era la música más bella del planeta. 

Mi mente se trasladaba a las calles de aquella Guatemala violenta; de represión y de muerte. Mi corazón se llenaba de emoción, pero también de miedo y se enaltecían las figuras de aquellos guerreros, en la ciudad y en el campo, que luchaban con todas sus fuerzas, en las condiciones más adversas, por construir un mejor país.

El aire acondicionado refrescaba esa oficina de Managua; afuera el calor casi llegaba a los 40 grados.


De repente entró la jefa y tras de ella aquel hombre fuerte, sonriente, con barba de candado y una elegante camisa Guayabera. Quedé petrificado en un instante. Sólo lo había visto en aquella foto ampliada; de perfil y con boina, en la selva petenera. Mi actitud pasiva no era el resultado de una muestra de irrespeto; al contrario, era emoción; una parálisis momentánea frente a uno de los principales líderes del movimiento revolucionario; además, desconocía si debía saludarlo de alguna forma en especial. 


Fue hasta que escuché: ¡Luis parate, es el Comandante Pablo Monsanto!, que me puse de pié, le di la mano y contesté, con nervios, sus preguntas sobre lo que hacía en aquel momento.


En él nació la idea del aporte que yo podía dar en aquel tipo de rastreos.


Mañana es su cumpleaños; mi saludo solidario y respetuoso, como entonces.