miércoles, 28 de enero de 2015

El Subteniente Rudy

Cuando escribí sobre los Martínez señalé sobre lo numerosa que era esta familia (y aún lo es), al igual que la de los Figueroa y otras. Eran tanto los integrantes de estos grupos familiares, la mayoría luchadores revolucionarios, que más de uno he debido olvidar, pero luego de rememorar con los mismos actores, he recordado. Cabe entonces recapitular y, en honor a su aporte en la gesta revolucionaria, retomar sus nombres y rendirles en este espacio, un pequeño homenaje.

El subteniente Rudy era el penúltimo de los Martínez, pero contradictoriamente uno de los primeros que se incorporó al movimiento revolucionario. Él y su hermano menor establecieron contacto con la guerrilla, entre 1975 y 1976; su primer responsable fue “Delfino”, con quien conformaron grupos de milicianos. Delfino logró organizar unas 17 células en los alrededores de Melchor de Mencos, la aldea Las Viñas y parte de Santa Ana. Cada célula estaba integrada por seis personas.

En 1978 los nombres de varios integrantes de la familia Martínez aparecieron en un listado de la denominada “Mano blanca”, uno de varios escuadrones de la muerte que surgieron en el país en aquellos años. La organización decidió que los compañeros y compañeras que ya se habían “quemado”, se trasladaran a otra zona. Fue así que se dispuso que los Martínez se reubicaran en el otro extremo del departamento, ahora en las cercanías de la frontera con México.

Para 1981 la consolidación de la fuerza guerrillera en Petén se convirtió en una tarea estratégica; la comandancia logró integrar la columna guerrillera “Luis Augusto Turcios Lima” con fusiles M-16 y uno de sus mejores jefes, sin embargo hubo factores que minaron la moral de la tropa y algunos de ellos desertaron.

Por aquellos días se conformó el pelotón Abel Mijangos, al mando del Teniente Sandokán y algunos de los combatientes con alto nivel revolucionario prefirieron cambiar de mando, entre ellos Rudy, que a pesar de las condiciones y vejámenes a los que se enfrentó, nunca perdió la proyección, la moral, la perspectiva revolucionaria.

En una ocasión, en el año 82, el Teniente Sandokán los envió a sacar miel al apiario de un compañero, cercano a la aldea Josefinos. El objetivo del Teniente era guardar la miel en ánforas y dejarla embuzonada; sabía que este preciado néctar no se descomponía y era necesario tener provisiones para el futuro.

Belarmino se quedó de posta; prefería detectar un probable ataque enemigo que enfrentarse a las abejas, mientras que el resto de compañeros se fueron a castrar. En eso estaban cuando el ejército ingresó al área entre la posta y el apiario que se encontraba en un descampado, a unos cien metros de la montaña. En los alrededores había zarza, de un tipo conocido como cola de iguana que tenía tres líneas de espinas con gancho, que no sólo podía hacer trisas la ropa, sino que arrancaba literalmente la piel.

Desde la posta Belarmino vio pasar un pantalón camuflado debajo de las cajas, que tenían al menos un metro de altura; sabía que la mayoría de compañeros tenían en esos momentos uniformes de color caqui, que habían sido donados por un compañero que trabajaba en combate a la Malaria, pero no se animó a disparar.  A como pudo rodó hacia donde se encontraba el compa René, que tenía la mala costumbre de hablar a gritos.  Belarmino le hacía señas, asustado, para viera si había un militar a su lado.

Como era de esperarse René gritó: ¡qué jue'putas pasa! y el soldado se tiró a tierra. Fue entonces que empezó el traqueteo. Unos y otros disparaban mientras se desplazaban entre la maleza.

Los compañeros reculaban hacia el zarzal. Era la única salida, en tanto Belarmino mantenía su posición. Con su carabina M2 trataba de apuntar hacia la posición enemiga. Ellos, en cambio, le concentraron fuego.

Rudy y Arturo regresaron a buscarlo y le gritaron que se retirara, pero el fuego enemigo casi rozaba su cabeza; Rudy se acercó casi a la par de Belarmino, para cubrirlo y lograr que saliera de ahí. Del otro lado del zarzal ya nadie les dio seguimiento.

Rudy, además de ser un gran combatiente, era autodidacta; aprendió mucho de los libros que con dificultades llevaba en su mochila; llegó a tener una visión política superior a la de muchos otros oficiales y asumió el rol de comisario político. Portaba además un radio de transistores en el que escuchaba todos los días, de forma disciplinada, las distintas emisiones del radionoticiero “Guatemala Flash”.

El subteniente Rudy, de baja estatura, pero de muy alta calidad y moral revolucionarias, se ganó un lugar en la guerrilla, pero principalmente el respeto y aprecio de las compañeras y compañeros con quienes combatió.