sábado, 17 de junio de 2017

Los inicios de las FAR en Petén

"Androcles abriendo caminos,
creando amaneceres a tientas,
sembrando fuerzas, conciencias,
Feliciano abarcando el mundo,
lleno el porvenir, al descampado,
cayendo y levantándose,
con el grito de siempre en la memoria"
Esaú Ruíz

Corría el año 1967. El ambiente interno en las Fuerzas Armadas Rebeldes era tenso y complicado a raíz de la muerte del Comandante Luis Augusto Turcios Lima, en octubre de 1966 y el fracaso militar de la  guerrilla en la Sierra de las Minas con la pérdida de valiosos cuadros. La visión política era diferente: se había demostrado que las FAR era una fuerza en crecimiento, compuesta por militantes que entregarían hasta la última gota de sudor y sangre para alcanzar sus objetivos. Se cometieron errores, era cierto, pero había que enmendarlos, aunque impulsar nuevas iniciativas implicara incurrir en nuevos desaciertos. Por el momento era necesario replegarse.

En la mentalidad del revolucionario de aquella época destacaba el ejemplo del pueblo vietnamita, que empantanaba día a día al ejército estadounidense, a pesar de que éste contaba con armamento y equipo muy superior. Los vietnamitas ponían en práctica una estrategia de guerra de guerrillas, en un terreno selvático: su territorio, que conocían como la palma de la mano y dirigidos por estrategas militares.

Algunos revolucionarios guatemaltecos creían en aquel momento que el mejor terreno para iniciar algo parecido en el país era la Zona Reina de Quiché, compuesta por montaña, selva y población indígena, harta de las condiciones de miseria que habían vivido desde siempre, aspectos que permitirían un reclutamiento masivo.

Pablo ordenó iniciar un proceso de incursión. De a poco, para que el enemigo no se percatara del plan estratégico. La idea era que una unidad militar, integrada por guerrilleros experimentados se trasladara a Petén, para luego iniciar la exploración por las márgenes del Usumacinta, el río La Pasión y el río Salinas, que más arriba toma el nombre de río Negro, ya en territorio de Quiché.

Había que explorar toda esa ruta y construir vías logísticas que permitieran la sobrevivencia y mantenimiento de la fuerza guerrillera.

Pero después de varios meses el avance era nulo. La vanguardia encontró resistencia en la población de la cooperativa Pipiles, a donde habían llegado. Nadie les creía que su intención fuera convertirse en cooperativistas, mucho menos se animaban a prestarles una lancha, que les habría facilitado la exploración hacia Quiché.

Rigo, hermano de Pablo y uno de sus hombres de confianza para aquella operación, regresó en dos ocasiones para informarle sobre las adversidades con las que se habían encontrado, pero también los aspectos positivos que se estaban dando en territorio petenero. Desde unos años antes muchos campesinos del sur y el oriente del país se habían trasladado al Petén, como colonos movilizados a esa zona por el mismo gobierno. Y aunque el supuesto objetivo era dar tierra a población necesitada, la verdadera intención de políticos y militares era que se abriera brecha en selva virgen, para beneficiarse de sus riquezas.

El grupo de avanzada descubrió que en otras localidades estaban instalados, desde hacía algún tiempo, familiares de algunos compañeros.

Pablo decidió viajar personalmente a Petén, para corroborar la versión de su gente. Compraron el equipo necesario: mosquitero, botas, cuchillos, brújula, encendedor, linterna, machete, lima, anzuelos y nylon para pescar, además de camisas de manga larga. También adquirieron un motor marino que sería llevado por un campesino con una historia creíble, para no levantar sospechas.

Los tres iban juntos en el mismo vuelo de Aviateca, pero Pablo y Rigo iban atrás, alejados del campesino para evitar riesgo. Ambos guerrilleros llevaban sus pistolas en la cintura. La seguridad en las terminales aéreas no era tan estricta en aquella época, aunque sí había en sus alrededores un importante número de elementos policiales, tanto uniformados como de civil.

Antes de descender del C-46 Pablo vio desde la ventanilla que en las gradas estaba el hermano del "Gallo Giro". El Giro era un traidor responsable de la muerte de varios compañeros, que se había vuelto "famoso" al ser presentado públicamente por el ministro de la Defensa ante los medios de comunicación. El hermano del Giro también había estado alzado, pero desertó unos meses antes. Pablo le avisó a Rigo y éste se pasó hacia adelante para protegerlo e instintivamente montaron sus armas. El piloto, que aún no había bajado percibió que algo grave estaba por suceder y salió corriendo para advertir a los elementos de seguridad.

Los oficiales guerrilleros lograron a empujones bajar la escalinata y se atravesaron la pista hacia un costado colindante con el río La Pasión, para luego dirigirse hacia atrás, donde comenzaba la selva. Los policías corrían tras de ellos, ordenándoles detenerse, pero Pablo y Rigo alcanzaron la espesura y se perdieron. Literalmente perdidos y sin equipo de sobrevivencia, pues el equipaje había quedado en el avión.

Aquellos hombres estuvieron deambulando en la selva durante tres días. Rigo recordaba que la comunidad de los compañeros estaba a unos 15 kilómetros de ese lugar, río arriba, Pero no siempre podían movilizarse por las márgenes, donde había áreas pantanosas llenas de jimba y güiscoyol, plantas con espinas que impedían el paso al más valiente. Debían caminar selva adentro y era entonces que volvían a extraviarse. Luego de horas de camino se daban cuenta que estaban caminando sobre sus pasos.

Fue hasta el tercer día que encontraron una especie de vivero, caminaron muy despacio y vieron a un campesino, al que decidieron hablarle. Le dijeron que habían salido de cacería y se habían perdido, pero no parecía creerles.  El campesino los vio en un estado lamentable y les regaló agua y comida. Los dejó que descansaran un rato y luego les dijo: — Miren, ténganme confianza, ustedes son los que se fueron del avión.  Pablo y Rigo trataron de negar tal aseveración, pero el campesino insistía e insistía.  Fue hasta que dijo: — Los compas los andan buscando por el río. Han pasado en un cayuco con motor varias veces, tratando de ver si los encuentran.

Aquellas palabras convencieron a los experimentados guerrilleros, que decidieron identificarse: —  Sí, somos los del avión. Por favor ayúdenos a encontrarlos. Después de tomar todas las medidas de seguridad, el campesino los reunió con los compañeros.

Luego de los abrazos y la alegría de volverse a ver supieron que el compañero que venía en el avión con ellos pudo salir sin novedad y recoger con su ticket el motor marino; el mismo motor que colocaron al cayuco para buscarlos por el río y que estaba destinado para la exploración hacia la Zona Reina, que aún estaba entre sus planes.

Petén todavía estaba lejos de convertirse en un bastión guerrillero.