miércoles, 20 de junio de 2018

La eternidad del ejemplo

“Lo más hermoso
para los que han combatido
su vida entera,
es llegar al final y decir:
creíamos en el hombre y la vida
y la vida y el hombre
jamás nos defraudaron.
Así son ellos ganados para el pueblo.
Así surge la eternidad del ejemplo.”
Otto René Castillo



Trascender de la persona común, incluso del revolucionario o la revolucionaria común a un nivel superior del ser humano, es un logro de pocos. No buscan morir en el intento ni convertirse en héroes o mártires. No pretenden figurar ni ser el punto central de la atención, pero su naturaleza es ser líderes. Son humildes, pero no sumisos, son sensibles, pero acorazados. Su principal objetivo es incidir en los cambios, sin importar el precio que eso conlleve: la vida misma.
Néstor Ortiz Pineda

Néstor Ortiz, conocido en la Universidad de San Carlos de Guatemala como "Gavilán y “Chucho”, fue uno de ellos. Se inscribió en Medicina, a los 19 años, en 1988, en una época en la que si bien el proceso de negociación de la paz entre el gobierno y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) estaba en pleno desarrollo, tanto el ejército como la guerrilla buscaban tener la iniciativa militar y dar golpes de mayor contundencia.

Pero el ejército nunca se limitó al enfrentamiento armado directo y buscó la manera de acabar con la base social del movimiento revolucionario; esto, sin importar a quien se llevara por delante: campesinos, obreros, maestros, amas de casa, estudiantes; incluso arrasó con niños y niñas, a quienes seguramente veía como una potencial semilla guerrillera.

En 1989 se registró una nueva matanza de líderes universitarios. Diez compañeros fueron desaparecidos de forma sistemática, en una operación fríamente planificada por la G2, que buscaba crear terror y desmotivar la actitud beligerante y de incidencia que en ese entonces tenía la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) y una amplia cantidad de catedráticos de la San Carlos.

Néstor,  en el Honorable Sub Comité
Néstor, con 21 años y por empezar su tercer año de medicina, en 1990, se acercó al Honorable Sub Comité de Huelga de esa Facultad, con el interés de participar en la Huelga de Dolores (un período en el que el estudiantado de la USAC se organiza y realiza distintas actividades de sátira, pero con objetivo político, con el fin de criticar los desaciertos del gobierno de turno. Concluye el Viernes de Dolores, con un Desfile Bufo); fue en ese contexto que recibió el sobrenombre de "Gavilán"; un año después, durante su participación en el Honorable se autonombró "Chucho", apodo que le quedó para siempre.

Seguramente su participación en la actividad política universitaria cimentó su naciente conciencia social. Su avidez por organizarse y organizar, por aportar a los cambios que necesitaba el país, fueron creciendo cada vez más, al punto de recorrer el campus universitario, para buscar grupos organizados y dar un mejor aporte. Desde su llegada a la USAC, en 1988 se incorporó a la Escuela de Música de Proyección Folklórica Latinoamericana (EMPROFOLA), como una de sus actividades extracurriculares, espacio que abandonó en 1990, con la idea de dar prioridad a los aspectos que en aquel momento representaban una mayor incidencia, a nivel político y social. En muy poco tiempo se convirtió en el segundo presidente del Bloque Organizado de Medicina (BOM) y en seis meses ya era uno de sus mejores líderes.

Su necesidad de tener un contacto más inmediato con la población lo llevó a cambiar de carrera en 1992, cuando se inscribió en la Escuela de Historia. Sus aportes como líder universitario fueron creciendo, así como el número de compañeras y compañeros que creían en él, respetaban su opinión y lo seguían.  Una característica de revolucionarios como Néstor es que predican con el ejemplo, son capaces de realizar las tareas más sencillas o las más difíciles, sin ningún reparo; reconocen sus errores y los corrigen.

A mediados de ese año vio la necesidad de dar un paso en la lucha por construir una nueva Guatemala, un mejor país para todas y todos. Fue entonces que decidió participar en la guerrilla y empezó a realizar algunas tareas, las que compartía con su amplia actividad en el movimiento estudiantil y de masas.

Con pequeñas tareas y esporádicos encuentros, Néstor fue ganando la confianza de sus responsables y en un tiempo relativamente corto pasó a integrar los comandos urbanos del Regional Central de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR).

En 1993, a raíz de la captura de un amigo muy cercano a él, pidió su traslado a la montaña.  Ante el riesgo de seguridad que enfrentaba fue enviado al Regional Norte de las FAR, en Petén, donde, a diferencia de muchos combatientes procedentes de la ciudad, se adaptó muy rápidamente a la selva. Tenía buena condición física, además de disciplina y constancia.  Sus conocimientos de medicina le permitieron dar una valiosa contribución en ese campo.  Luego de seis meses debía regresar a la capital guatemalteca, pero ya en él se había producido un cambio. Consideró entonces que su deber, ahora, era ahí.

En aquella época conoció al Capitán Leandro, quien rápidamente se dio cuenta de la calidad y valores de Néstor.  Leandro fue enviado en 1994 a levantar el frente sur “Capitán Santos Salazar” y para inicios de 1995 pidió a la Comandancia que un equipo de compañeros de su confianza llegara a reforzarlo. Uno de ellos era Néstor.

Néstor llegó al frente Sur, donde rápidamente se ganó el respeto y cariño de oficiales y combatientes. Participó en varias acciones, charlas políticas y en la atención a la base social. 

A inicios de mayo dio inicio un plan de operaciones, que pretendía mostrar la presencia guerrillera y su nivel de fuerza. Se llevaron a cabo varias acciones exitosas.  El 19 de junio el Capitán Leandro y una unidad a su mando, en la que iba Néstor, se dirigieron a las cercanías del destacamento de Pasaco, municipio del departamento de Jutiapa.

El objetivo era atacar al ejército, en las primeras horas del día 20, desde una elevación que prestaba las condiciones para hacerlo. La posibilidad de que los soldados intentaran llegar al punto donde se encontraban estaba presente y por eso fueron colocadas varias minas en sus posibles ingresos.  Previamente Leandro había dado las instrucciones respectivas y se acordó el lugar de retirada y el punto de encuentro.

Luego de un nutrido ataque, con fuego de fusilería, ametralladora y lanzacohetes, el enemigo comenzó a maniobrar y se acercó a las posiciones guerrilleras. El objetivo ya se había logrado, y sin saberlo hasta ese momento, el ejército tenía al menos seis bajas.  Leandro ordenó la retirada, pero, como era común en él, se mantuvo en su posición hasta el último momento. Néstor se quedó, al igual que otros dos compañeros, y solo se retiraron hasta que lo hizo el capitán. El enemigo ya estaba muy cerca, por lo que Leandro decidió salir por donde estaban las minas, de manera que los soldados los siguieran y cayeran en ellas. Saltó la mina, igual lo hicieron dos compañeros más, pero Néstor la pisó sin darse cuenta. Con el retumbo todos se detuvieron, incluso los soldados.  Leandro y los otros dos compañeros regresaron a sacarlo, pero sus heridas eran graves y el ejército ya estaba sobre ellos. Néstor pidió que se llevaran sus papeles y que le dijeran a su mamá cuanto la quería. Uno de los compañeros, hincado junto a él, lloraba al verlo y sentir la impotencia de no poder sacarlo. Néstor le dijo: “No te ahuevés… sigan adelante”.

Néstor fue capturado aún con vida y asesinado por el ejército.

Posteriormente sus familiares recuperaron su cuerpo y le dieron sepultura. A su entierro llegaron varios dirigentes universitarios, estudiantes y combatientes del frente urbano, a pesar de haber recibido las órdenes de no asistir, ante la inminente presencia de la G2 en el lugar.

Néstor junto a miembros de su familia
Su madre, que sufría en lo más profundo la pérdida de su hijo, se acercó a algunos compañeros que conocía y sabía clandestinos, a quienes abrazó, con ese mismo amor de madre, pero les pidió que se fueran. No se arriesguen, les dijo, aquí hay orejas “a Néstor no le habría gustado que ustedes corrieran peligro”.

Néstor se fue físicamente, pero permanece. Su presencia está latente en cada compañera y compañero que lo conoció, en aquellos que recorrieron con él la USAC, buscando grupos para organizarse, en los que organizó y concientizó, en los que lo acompañaron en la toma del Congreso y lo vieron sentarse en la mesa directiva; en los que estuvieron con él, frente al mismo Palacio Legislativo, en una cadena humana, pidiendo a la policía no reprimir; en los que compartieron con él largas jornadas de protesta, marchas y enfrentamientos con los antimotines; en los que conocieron de su nivel y liderazgo en la Huelga de Dolores; en la población, que escuchó su mensaje revolucionario.

"Gavilán, “Chucho”, “Luis” o “Manuel”, como fue conocido en la Universidad y la guerrilla, Néstor Manrique Ortiz Pineda, “desapareció y nació para el futuro y la gloria”.