"En la intensidad del momento se podía sentir el paso de cada milésima de segundo, más aún cuando notaron que los militares habían sido alertados por las voces de mando..."
En 1993
combatientes del Frente “Panzós Heroico” fueron enviados a efectuar un ataque
al puesto de avanzada del destacamento militar ubicado en la zona petrolera de
Rubelsanto, en Chisec, Alta Verapaz, donde operaba hasta ese momento la
compañía petrolera Basic Resources.
Para llevar a
cabo esta acción debían considerar que el puesto de avanzada se encontraba a
500 metros del destacamento y había que pasar por un caserío, para llegar al
lugar donde sería colocada la posición principal de la acción. El riesgo era
extremo e implicaba un alto nivel de sigilo en un primer momento, rapidez y
certeza, en el segundo.
La unidad
guerrillera estaba integrada por 18 combatientes y era necesario que todos
atravesaran el poblado sin ser detectados. Se untaron de ajo por todo el cuerpo
para que los perros no sintieran su olor y les ladraran. Iniciaron la incursión
a las 11 de la noche.
El caserío era
pequeño: de un punto a otro habrían 250 metros. Sin embargo, a paso de
zapadores, tomados del cinturón unos de otros y desviándose por los lugares con
menos probabilidades de ser descubiertos, hicieron seis largas horas. Ninguno
de los 18 flaqueo.
Nueve
guerrilleros se quedaron frente a la carretera, en la salida del pueblo, punto
que sería clave posteriormente. Los otros nueve avanzaron 150 metros más, donde
se encontraron con una malla que daba frente al puesto militar e impedía el
paso, aunque no así el operativo.
Todos tomaron sus
posiciones. Juan Antonio llevaba una potente ametralladora PKM. A la izquierda
se ubicó su primo Eliú, con el lanzagranadas y a la derecha Chaco, con el
lanzacohetes. El resto de fusileros ocuparon los flancos. A las 5.45 todos
estaban listos, a la espera de la orden del jefe de la unidad, el teniente
Lima.
El ataque debía
iniciar a las 6.00 horas. En ese momento vieron una sombra correr hacia ellos.
Era un soldado que se detuvo a unos diez metros de la posición de Juan Antonio.
— “Si me mira le vuelo verga”, pensó y apuntó, en espera de lo peor. El soldado
se bajó el pantalón y se agachó para hacer sus necesidades. Dos minutos después
se levantó y regresó relajado. — ¡¿me vio, me vio?! , preguntó nervioso a Eliú.
Pero en el puesto militar no hubo ninguna reacción.
A las 6.00 en
punto, cuando aún no parecía haber ningún movimiento en el lugar se escuchó el
grito del teniente Lima: — ¡ Fueeeeegoooo ! El lanzacohetero era el encargado
de iniciar la acción, pero en ese preciso momento tenía abajo la bazuka. En lo
que se subió el arma al hombro y afinó puntería se escuchó nuevamente el grito
del oficial guerrillero: — ¡ Fueeeegooo !.
Foto de apoyo. Combatientes de FAR en Petén. |
En la intensidad
del momento se podía sentir el paso de cada milésima de segundo, más aún cuando
notaron que los militares habían sido alertados por las voces de mando y antes
que se dejara escuchar la detonación del cohete, retumbó la ametralladora. Juan
Antonio tuvo que iniciar la acción. Luego de al menos 25 tiros salió el
cohetazo directo y certero a la garita, que voló en pedazos a una distancia de
20 metros. De inmediato inició la fusilería y con ella, en leves pausas, las
granadas. Era una orquesta de muerte.
Los soldados no
atinaban a reaccionar. Unos minutos después se volvió a escuchar el grito de
Lima: — ¡ Al asaaaltooo ! Cortaron la malla y empezaron a avanzar. Fue hasta
ese momento que intentaron poner resistencia, pero ante el coraje y valentía de
los insurgentes huyeron hacia la carretera donde se encontraron con la
contención guerrillera, que también los hizo retroceder.
Solo les quedaba
mantenerse escondidos en un pantano aledaño para salvar sus vidas. Todo esto
ocurrió en cuestión de minutos. El oficial al mando del destacamento escuchó el
apabullante estruendo de las armas guerrilleras, por lo que envió a una
compañía de infantería a reforzar la avanzada. Corrían agazapados por una
orilla de la carretera, cuando Chaco, el cohetero, recibió la orden de
disparar.
Un potente
granadazo hizo volar a cuatro militares, dando paso a un enfrentamiento con
fusilería. Juan Antonio fue enviado a posicionarse con la ametralladora en
medio de la carretera y abrir fuego a lo que se moviera, en tanto el grupo de
Lima tomó las galeras de la avanzada del ejército. Dos soldados habían perdido
la vida en ese lugar.
Fueron
recuperados dos fusiles galil, mochilas, municiones y una cantidad considerable
de abasto. No habían pasado 30 minutos cuando se dio la voz de retirada. No
hubo bajas insurgentes; por parte del ejército murieron seis elementos.
Posteriormente se conoció que los soldados de la avanzada que se habían
escondido en el pantano, informaron haber sido secuestrados por la guerrilla.