“Te mataron
y no nos dijeron
donde
enterraron tu
cuerpo,
pero desde
entonces
todo el
territorio es tu sepulcro;
o más bien;
en cada palmo
de territorio
nacional
en que no está tu
cuerpo,
tú resucitaste”.
Ernesto Cardenal
Entre julio y
agosto de 1985 se llevó a cabo el XII Festival Mundial de la Juventud y los
Estudiantes en Moscú, al que asistieron más de 20 mil jóvenes de 157 países. A
este magno evento se dio cita una delegación de la Unidad Revolucionaria
Nacional Guatemalteca (URNG), integrada por varios combatientes guerrilleros;
hombres y mujeres que se habían ganado a pulso el derecho a estar ahí y que aún
les faltaba mucho por aportar.
Las operaciones
en los frentes continuaban con diversidad de dificultades, pero con la voluntad
y calidad individual, de seres que estaban dispuestos a darlo todo, incluso su
propia vida, por construir un mejor país.
En una guerra
irregular cualquier acción militar implica un alto riesgo, así sea únicamente
propaganda armada. En Guatemala este tipo de actividades se efectuaban con la
intención de atraer al ejército a un lugar, dispersar a la fuerza enemiga,
llevar el mensaje revolucionario a la población, generar simpatía y aumentar la
incorporación de jóvenes a las filas insurgentes.
Por aquellas
fechas, a mediados de 1985, el teniente Águila organizó la toma de un tramo
carretero, entre el caserío Colpetén y la aldea Sabaneta. Una tarde antes la
unidad guerrillera acampó en una milpa cercana al lugar donde se llevaría a
cabo la acción. Águila autorizó que se hiciera una fogata y se cortaran elotes.
El teniente era muy cuidadoso con la propiedad de la población. Era común que
si pasaban por un cañaveral ordenara sembrar más caña. El campesino pobre debía
recibir el valor de lo que se consumiera. En aquella ocasión no fue posible
hacerlo por las condiciones de secretividad en que se encontraban, previo a la
acción.
A las 5 de la
mañana del día siguiente se acercaron a la carretera. Antes se pusieron de acuerdo en las tareas que a cada quién
correspondían: en ambos extremos del tramo colocarían contenciones, con el fin
de bloquear el tráfico y hacer frente a cualquier incursión del ejército. En el
centro, Alex se encargaría del mitin y junto a él estaría el sargento Everildo
y el compañero Frank, para protegerse mutuamente y participar de la arenga. Uno
de los flancos, a manera de retaguardia, estaba resguardado por el compañero
Morales y su escuadra.
Alex, Everildo y
Frank se subieron sobre un camión y estaban por iniciar el mensaje
revolucionario cuando se oyó un disparo. Everildo se dobló hacia adelante y
cayó de cara en la tierra, sin el más mínimo movimiento. Su arma voló a unos
metros de su cuerpo. De inmediato empezó un nutrido fuego de fusilería. Los soldados
habían burlado la vigilancia de Morales y su gente.
Frank buscó salir
del lugar a como pudo, en tanto que Alex, en medio de la carretera, no podía
levantar la cabeza. Al momento de los disparos e teniente Águila logró rodar
hacia una de las orillas, en una balastrera. Un pelotón de soldados atacaba
desde un pequeño cerro, donde emplazaron rápidamente una ametralladora y al
menos dos lanzagranadas M-79, además de la fusilería. Era un fuego nutrido
sobre el pequeño grupo de guerrilleros que no esperaban ese ataque. Alex se
encontraba junto unos pick ups, que le sirvieron de parapeto para protegerse
inicialmente, pero las personas civiles, que corrían un grave peligro, se
subieron a los vehículos y a como pudieron salieron del lugar.
Muy rápidamente
solo quedó el camión junto al que estaba el cuerpo inerte de Everildo. Alex
perdió su parapeto, Expuesto, en medio de la carretera, perdería la vida en
cuestión de segundos. En ese instante escuchó el grito del teniente: — ¡Hacele
huevos, yo te cubro! Águila dirigió ráfagas largas con su M-16 hacia el lugar
donde estaba el enemigo, con lo que logró el espacio mínimo para que Alex
saliera de la línea de fuego.
En el área de la
balastrera se había formado una pequeña vuelta que les permitía sacar el fusil,
disparar y al mismo tiempo protegerse. Alex y Aguila lograron ubicar a un
soldado escondido tras de un arbusto de jocote jobo. Las hojas impedían verlo
directamente, pero el cañón de su arma era evidente. Sabían que aquello no era
realmente una protección para el militar. Águila, que tenía muy buena puntería,
apuntó cuidadosamente y eliminó ese punto de ataque. Aniquilada esa posición
pudieron salir de donde se encontraban y retirarse.
Teniente Águila, al centro. |
El punto de
reunión estaba a menos de dos kilómetros, pero antes de llegar el teniente
preguntó por Everildo. — Está muerto,
dijo Alex, lo vi caer completamente sin sentido, nunca se volvió a mover. Pero Águila era empecinado y no quería perder
a ningún compañero. — ¡Vayan a sacarlo!, ordenó. Alex y la Misha se vieron las
caras, ninguno quería regresar. El cerro estaba tomado por los soldados, que
además empezarían a perseguirlos, estarían en una posición completamente
desventajosa. Regresar significaría la muerte.
Pero Águila
mantenía su orden. Estaban por regresar cuando apareció un avión Pilatus que
comenzó a roquetear hacia donde se encontraban. Era necesario salir de ahí
cuanto antes.
El cuerpo de
Everildo no pudo ser rescatado.
En cualquier
confrontación armada hay pérdidas de ambos lados, pero en una guerra irregular
hay factores que modifican la balanza para uno u otro lado. El ejército de
Guatemala tenía más elementos y mejor armamento: cañones, aviones, tanquetas.
En tanto la guerrilla tenía a su favor el conocimiento del terreno, la
dispersión de fuerzas y el factor sorpresa, pero especialmente la calidad
humana: hombres y mujeres decididos a todo para alcanzar la victoria.
Cuando el
ejército, con mayor volumen de fuego y número de efectivos sorprendía con
métodos de guerra de guerrillas se daban acciones como esta, en la que los
sorprendidos fueron los combatientes revolucionarios.
A pesar de la
caída de un valioso compañero y la posterior retirada en condiciones
desventajosas, también el ejército registraba bajas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario