miércoles, 1 de mayo de 2013

La hija del Sereque (Cotuza) V final


Y peor si después se pegó una gran hartada de esas que lo dejan a un soñoliento.  ¿A saber cuántas tortillas se comió? ¡saliditas del comal, con queso… o con sal.  “Barriga llena corazón contento, sueño profundo y me vale el mundo”. Comandante Rigo


parte cinco y final



En eso estábamos cuando se aproximó una luz hacia nosotros.  Era Chayo. Todos los días se levantaba a las cuatro de la mañana y ponía un programa de música ranchera en una radiodifusora hondureña y nos increpó —¿Qué pasó mucha?, ¿Quién de los dos se durmió en la posta, porque a mí no me despertaron?

Pensé por un momento y finalmente dije —eso estamos discutiendo con Herber; me dolía la cabeza y creo que me dormí. Aquel acaba de despertar y vino a preguntarme por qué no lo levanté a las 10.

El Capitán Androcles  me llamó a una reunión con todos los compañeros.  Me preguntó ¿usted se durmió en la posta?  — Si. — Y si tenía sueño o le dolía la cabeza ¿por qué no avisó? Otro compañero podía haber hecho su posta. ¿No se da cuenta de la irresponsabilidad?  ¿¡El error que cometió?! Puso en riesgo la seguridad de todo el campamento. Todos atenidos a que había vigilancia y usted durmiendo… ¿Se da cuenta del riesgo en que nos puso a todos?

Todos argumentaron cosas parecidas. Algunos dijeron que había que sentar precedentes, sobre todo en compañeros que ya tenían algún nivel de responsabilidad.

Finalmente la sanción fue la siguiente:

-       Una noche de posta imaginaria (consistía en acompañar a todas las postas esa noche)
-       Acarrear leña para la cocina durante tres días.
-       Hacer una autocrítica ante todos los compañeros.

La verdadera autocrítica la hacía en mi interior, cuando estaba de posta imaginaria. Pensaba: “que reventada estoy llevando, ¿qué tengo que estar sudando calenturas ajenas?”  ¿Por qué me dejé convencer? Y tan fácil. ¿Qué me importa a mí que los compas tengan traída o no? ¡Como seré de mula que hasta mi linterna le di!  Lo peor que se gastó mis pilas nuevas.  Total que ni hizo nada.  Y Ahora él durmiendo y yo aquí bien jodido… 

Herber me llevó café bien espeso a la hora de su posta.  También en los días siguientes me ayudó “solidariamente” a llevar la leña a la cocina.

Pasó una semana y me fui recuperando del cansancio y el desgaste físico.  Una mañana nos encontrábamos a la orilla de un río muy adentro de la montaña. Sosteníamos una plática muy animada, cuando de repente me dice: — Vos, volvamos a hacer “el operativo de la Serequita”.  ¡Casi le pego un culatazo en las costillas! Me levante y respiré profundo…  Mirá, le dije. Tendrías que hacer un previo estudio de brújula. Levantar un croquis sobre el terreno. Conseguir pilas nuevas y convencerme de nuevo.

Solo así volveríamos a montar el operativo de “La Serequita en la cocina”.

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