“Se había bañado con jabón de olor y se puso
su mudada de reserva, la que muchos en la guerrilla usábamos como
almohada. Se había echado un “pijo” de
vaselina perfumada y encima llevaba un aliento a “Astringosol”… “,
Comandante Rigo
parte
cuatro
Hice mi
posta, atento a cualquier ruido extraño, pues no se veía nada, luego comencé la
de Herber. Mi mente morbosa imaginaba lo
bien que le estaría yendo, con un poco de envidia y satisfacción al mismo
tiempo, por haberlo ayudado en su aventura de adolescente. Estaba consciente que participaba en la
violación de la disciplina interna, por una picardía.
Había
transcurrido la primera de las dos horas que le tocaban a Herber. Todo era
normal hasta el momento. Salvo una compañera que le dolía una muela y andaba
buscando quién le diera una aspirina, nadie más se levantó. Me sentía cansado. Comencé a cabecear, a bostezar.
Empecé a
dar pequeños pasos y recorridos para no dormirme. Miraba con insistencia el
reloj y comprobé que cuando más se desea, el tiempo no transcurre. Cada minuto se hacía de hule. Se alargaba. Las agujas de mi reloj eran fluorescentes y
veía como la segundera daba pequeños saltitos.
Comencé a pensar en los mecanismos del reloj. Qué coordinación, qué organización de las
piezas. “si así fuera la sociedad”, me decía.
Pensé en
que casi todo en el mundo es redondo o redondeado. Todo gira. Pensé en el cuerpo humano, ¿por qué no
tenemos brazos triangulares o rectangulares?
Los árboles son redondos, los bejucos, los cañones de las armas, las
balas, las granadas, las botellas, las frutas.
Cuando
me di cuenta ya eran las cero horas y puse más atención en la dirección de
donde debía aparecer Herber. Al poco
rato vi un destello de luz que describía un círculo, pero no muy grande. La luz
se elevó. Era una “curcaya” petenera. Vi
el reloj y pensé nuevamente en el círculo… ¿porqué no le dije que hiciera
triángulos o cuadrados con la luz? Seguro que los círculos los haría hacia
adentro y no hacia afuera ¿por qué?
¡Puta!
Eran las 12.30. ¡Herber se debe haber emocionado tanto que le valió! Le toca
despertar a Chayo, uno de los compañeros más radicales en el cumplimiento de la
disciplina. Más de media hora no se
puede justificar, ni siquiera inventando que las postas anteriores alteraron el
reloj. Si Chayo se levanta creerá que Herber se desertó y tendré que descubrir
todo el tamal.
Voy a
hacer clavito para que aparezca.
Las 2.00
de la mañana. Ya me duermo. Comienzo a
hacer algunas sentadillas y sigo pensando ¿¡y qué putas con Heber!? De plano a
saber que hizo que de cansado se quedó dormido.
Debe estar placenteramente acostado en un catre sin acordarse del
mundo. Y peor si después se pegó una
gran hartada de esas que lo dejan a uno soñoliento. ¿A saber cuántas tortillas se comió?
¡saliditas del comal, con queso… o con sal.
“Barriga llena corazón contento, sueño profundo y me vale el mundo”.
Las 3.30
de la mañana. ¡Me lleva la grandiosisima
puta!. No aguanto, ya me duermo.
Las 3.45
de la mañana. Veo… no sé si una
luciérnaga o un cigarro describiendo círculos hacia adentro. Se acerca al campamento. Me pongo en guardia.
Espero que se aproxime. Digo en vos muy baja: Alto. ¿Quién vive? Y en voz baja
responden —¿digo seña?. —¿qué?.
¡seña!. —ha, “corozo”, ¿contraseña?.
—“cangrejo”, ¡avance para ser identificado!. —soy yo, mano, Herber. —¿qué pasó
con la linterna?, creí que era un cigarro. ¡desgraciado, mira la hora que
es!. Así pagás vos la solidaridad de los
camaradas. ¡Como ya venís contento te valió candela que yo me desvelara toda la
noche! No te da vergüenza ser tan pura lata.
—Ni me hablés mano. Viste la luz, como cigarro, pues porque me enrumbé desde que salí de aquí. He estado dando vueltas y vueltas como trompo. Primero buscando la casa de la Serequita y después buscando el campamento. De puera suerte te encontré. Mirá como vengo ¡empapado de sudor de pies a cabeza!. —Si vos ¡tenés un humor de fiera!, el mío es del diablo. ¡Estoy que echo fuego de la rabia!. Que clase de rumbeador más ruin resultaste, precisamente hoy, digo ayer. ¡a la puta!.
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