"Androcles abriendo caminos,
creando amaneceres a tientas,
sembrando fuerzas, conciencias,
Feliciano abarcando el mundo,
lleno el porvenir, al descampado,
cayendo y levantándose,
con el grito de siempre en la memoria"
Esaú Ruíz
Corría
el año 1967. El ambiente interno en las Fuerzas Armadas Rebeldes era tenso y complicado
a raíz de la muerte del Comandante Luis Augusto Turcios Lima, en octubre de
1966 y el fracaso militar de la guerrilla en la Sierra de las Minas con la
pérdida de valiosos cuadros. La visión política era diferente: se había demostrado
que las FAR era una fuerza en crecimiento, compuesta por militantes que
entregarían hasta la última gota de sudor y sangre para alcanzar sus objetivos.
Se cometieron errores, era cierto, pero había que enmendarlos, aunque impulsar
nuevas iniciativas implicara incurrir en nuevos desaciertos. Por el momento era
necesario replegarse.
En la
mentalidad del revolucionario de aquella época destacaba el ejemplo del pueblo
vietnamita, que empantanaba día a día al ejército estadounidense, a pesar de
que éste contaba con armamento y equipo muy superior. Los vietnamitas ponían en
práctica una estrategia de guerra de guerrillas, en un terreno selvático: su
territorio, que conocían como la palma de la mano y dirigidos por estrategas
militares.
Algunos revolucionarios
guatemaltecos creían en aquel momento que el mejor terreno para iniciar algo
parecido en el país era la Zona Reina de Quiché, compuesta por montaña, selva y
población indígena, harta de las condiciones de miseria que habían vivido desde
siempre, aspectos que permitirían un reclutamiento masivo.
Pablo ordenó
iniciar un proceso de incursión. De a poco, para que el enemigo no se percatara
del plan estratégico. La idea era que una unidad militar, integrada por
guerrilleros experimentados se trasladara a Petén, para luego iniciar la
exploración por las márgenes del Usumacinta, el río La Pasión y el río Salinas,
que más arriba toma el nombre de río Negro, ya en territorio de Quiché.
Había
que explorar toda esa ruta y construir vías logísticas que permitieran la
sobrevivencia y mantenimiento de la fuerza guerrillera.
Pero
después de varios meses el avance era nulo. La vanguardia encontró resistencia
en la población de la cooperativa Pipiles, a donde habían llegado. Nadie les
creía que su intención fuera convertirse en cooperativistas, mucho menos se
animaban a prestarles una lancha, que les habría facilitado la exploración
hacia Quiché.
Rigo, hermano
de Pablo y uno de sus hombres de confianza para aquella operación, regresó en
dos ocasiones para informarle sobre las adversidades con las que se habían
encontrado, pero también los aspectos positivos que se estaban dando en
territorio petenero. Desde unos años antes muchos campesinos del sur y el oriente
del país se habían trasladado al Petén, como colonos movilizados a esa zona por
el mismo gobierno. Y aunque el supuesto objetivo era dar tierra a población
necesitada, la verdadera intención de políticos y militares era que se abriera
brecha en selva virgen, para beneficiarse de sus riquezas.
El grupo de avanzada descubrió que en otras localidades estaban instalados, desde hacía
algún tiempo, familiares de algunos compañeros.
Pablo
decidió viajar personalmente a Petén, para corroborar la versión de su gente. Compraron
el equipo necesario: mosquitero, botas, cuchillos, brújula, encendedor,
linterna, machete, lima, anzuelos y nylon para pescar, además de camisas de
manga larga. También adquirieron un motor marino que sería llevado por un
campesino con una historia creíble, para no levantar sospechas.
Los tres
iban juntos en el mismo vuelo de Aviateca, pero Pablo y Rigo iban atrás,
alejados del campesino para evitar riesgo. Ambos guerrilleros llevaban sus
pistolas en la cintura. La seguridad en las terminales aéreas no era tan
estricta en aquella época, aunque sí había en sus alrededores un importante
número de elementos policiales, tanto uniformados como de civil.
Antes de
descender del C-46 Pablo vio desde la ventanilla que en las gradas estaba el hermano del "Gallo Giro". El Giro era un traidor responsable de la muerte de varios compañeros, que se había vuelto "famoso" al ser presentado públicamente por el ministro de la Defensa ante los medios de comunicación. El hermano del Giro también había estado alzado, pero desertó unos meses antes. Pablo le avisó a Rigo y éste se pasó
hacia adelante para protegerlo e instintivamente montaron sus armas. El
piloto, que aún no había bajado percibió que algo grave estaba por suceder y salió corriendo para advertir a
los elementos de seguridad.
Los
oficiales guerrilleros lograron a empujones bajar la escalinata y se
atravesaron la pista hacia un costado colindante con el río La Pasión, para luego dirigirse hacia atrás, donde comenzaba la selva. Los policías corrían tras de ellos, ordenándoles
detenerse, pero Pablo y Rigo alcanzaron la espesura y se perdieron. Literalmente
perdidos y sin equipo de sobrevivencia, pues el equipaje había quedado en el
avión.
Aquellos
hombres estuvieron deambulando en la selva durante tres días. Rigo recordaba
que la comunidad de los compañeros estaba a unos 15 kilómetros de ese lugar,
río arriba, Pero no siempre podían movilizarse por las márgenes, donde había
áreas pantanosas llenas de jimba y güiscoyol, plantas con espinas que impedían el paso al más
valiente. Debían caminar selva adentro y era entonces que volvían a
extraviarse. Luego de horas de camino se daban cuenta que estaban caminando sobre
sus pasos.
Fue
hasta el tercer día que encontraron una especie de vivero, caminaron muy
despacio y vieron a un campesino, al que decidieron hablarle. Le dijeron que
habían salido de cacería y se habían perdido, pero no parecía creerles. El campesino los vio en un estado lamentable
y les regaló agua y comida. Los dejó que descansaran un rato y luego les dijo:
— Miren, ténganme confianza, ustedes son los que se fueron del avión. Pablo y Rigo trataron de negar tal
aseveración, pero el campesino insistía e insistía. Fue hasta que dijo: — Los compas los andan
buscando por el río. Han pasado en un cayuco con motor varias veces, tratando
de ver si los encuentran.
Aquellas
palabras convencieron a los experimentados guerrilleros, que decidieron
identificarse: — Sí, somos los del
avión. Por favor ayúdenos a encontrarlos. Después de tomar todas las medidas de
seguridad, el campesino los reunió con los compañeros.
Luego de
los abrazos y la alegría de volverse a ver supieron que el compañero que venía
en el avión con ellos pudo salir sin novedad y recoger con su ticket el motor
marino; el mismo motor que colocaron al cayuco para buscarlos por el río y que
estaba destinado para la exploración hacia la Zona Reina, que aún estaba entre
sus planes.
Petén todavía estaba lejos de convertirse en un bastión guerrillero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario