lunes, 13 de febrero de 2012

Frustración e impotencia


XXV

¿Realmente se pueden tener presentimientos?; en la guerrilla valorábamos constantemente las posibilidades; el llamado “cálculo de probabilidades”; además, éramos seres humanos, personas con sentimientos, sujetas a errores. Oficiales como Leandro, combatientes de primera línea y jefe de frente, no podían darse el lujo de tener depresiones; tal vez algún “bajón” pasajero...

En los días previos Leandro parecía pasar por alguno de aquellos agujeros existenciales; se le veía apartado, pensativo.  Siendo el jefe no podíamos achacarlo a una crisis emocional; debía tener tantas preocupaciones como conductor, que todo lo demás era relegado a un segundo plano y podía pasar inadvertido.

Hubo un pasaje interesante. Visitó la casa de unos colaboradores y pidió que le prepararan tamalitos de elote, lo que provocó risa a la compañera Carmen.  – Pero Leandro, usted sabe que todavía no es época de elote. ¡falta para la cosecha de segunda!.   Pero la respuesta del capitán fue oscura y preocupante:  –Pueden ser los últimos.

Doña Carmen consiguió los elotes, quien sabe dónde y le preparó el antojo al jefe.

La fuerza se concentró en un cerro cercano al punto de encuentro con el finquero, donde la visibilidad era amplia; durante el día y la tarde no se obtuvo información de ningún movimiento extraño.  Todo parecía normal en el destacamento militar de la aldea Nancinta, ubicado a unos tres kilómetros de la finca.  Las comunicaciones hasta ese momento funcionaron perfectamente.

Al oscurecer, Leandro decidió que todos bajaran el cerro y acamparan a orillas de un arroyo que pasaba por el lugar. Ésa pudo ser la peor decisión de su vida.  Perdimos comunicación.

¿Cuál fue su valoración en aquel momento?.  Quizá pensó que si hasta las últimas horas de la tarde no se había reportado movimiento de tropa enemiga, éste podría darse hasta el día siguiente, en las primeras horas, previo al contacto.  En la finca no había soldados, el riesgo hasta ese momento podía considerarse mínimo.  Al amanecer subirían a la cima del cerro y nuevamente las comunicaciones estarían al cien por ciento.

En radio rastreo sólo había una persona en ese momento y debía cumplir a cabalidad con la orden: 24 horas al acecho de la información del enemigo. Silencio la mayor parte del tiempo; reportes a la hora en punto;  alguna broma intrascendente de los radio operadores.   

Fue a eso de las 3 de la mañana cuando inició la operación:   “Infórmole, a las 0300 horas una unidad de tropa especializada kaibil, compuesta por 25 elementos, al mando del capitán “gris 03” se dirige hacia coordenadas  (  )  (  ),  finca Las Marías, procedente del destacamento Nancinta,  a efecto de dar cumplimiento  “linterna 32”.

Descifrar el mensaje llevaría unos 30 minutos. La consulta con los mapas era más rápida. El asombro fue inmediato. Los soldados pasarían por la cima del cerro donde estaba el puesto de mando de Leandro. En ese momento toda la fuerza guerrillera estaba concentrada allí.  La operación pudo haber cambiado radicalmente de haber funcionado la comunicación.  Fue hasta ese momento que nos dimos cuenta que habíamos perdido contacto. 

Un sentimiento de impotencia y frustración llenó todo mi ser.  

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