lunes, 25 de marzo de 2013

La correlación de fuerzas


II

En los 90 continuaban las negociaciones  de paz, cada vez con más logros, la vigilancia e  intermediación de los países amigos mostraba el camino, uno y único para el fin del conflicto armado.

En los distintos frentes guerrilleros la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) conseguía dar golpes coordinados en campañas unitarias, para mostrar la beligerancia de sus fuerzas; en1991 se buscaba modificar la correlación de fuerzas a nuestro favor y para ello la Comandancia General creo el llamado Frente Unitario.

Los mejores cuadros militares de FAR y EGP se concentraron en una zona intermedia del país, en la que operaba ORPA, pero lamentablemente no lograron ponerse de acuerdo en los mandos, y aunque se cedió ante la hegemonía que quiso imponer ORPA, los resultados negativos fueron evidentes, con un costo en vidas que no debió ser.

El objetivo inicial había sido la toma de Escuintla; después de la capital, la segunda ciudad más importante del país, por su desarrollo económico.

Pero el ejército obtuvo información, además de los análisis militares y concluyó: algo muy grande estaba por ocurrir en esta zona y respondió con todo el poder y capacidad a su disposición.  Cinco mil efectivos, cinco batallones procedentes de distintas zonas militares del país fueron concentrados entre Chimaltenango y Sacatepéquez; pero además fue integrada la Fuerza de Tarea Cabracán, con tropas élite, paracaidistas y kaibiles. 

El enemigo sufrió una cantidad considerable de bajas; las fuerzas guerrilleras recuperaron además importante equipo y material de guerra, pero las bajas sentidas en el Frente Unitario, entre caídos en combate, deserciones y enfermos, era superior a los logros.

En la Universidad de San Carlos de Guatemala, donde había sido desarticulada la dirigencia en 1989, continuó la formación de nuevos cuadros; los vínculos con las organizaciones revolucionarias se mantenían y las dificultades que representaba la unidad, también se reflejaban al interior del Alma Mater.

Largas y tediosas reuniones de coordinación y planificación se llevaban a cabo, con jóvenes orgánicos e independientes.

En una ocasión, varios jóvenes dirigentes, representativos de las organizaciones revolucionarias sostenían una reunión en la que también participaban otros, no orgánicos.  Rubén, de FAR, Manlio, del PGT y Leonel, de EGP.  Estaban enfrascados en una discusión, en la que la decisión debía coincidir con las orientaciones recibidas de la Comandancia.

Hasta que en un momento Manlio se desesperó y les increpó: — ¡compañeros, recuérdense que las orientaciones vienen de arriba!.  Uno de los compañeros no orgánicos, que atendía la discusión cuidadosamente pegó un grito sorprendido y dijo: — ¡Puta compañero! ¿Desde cuándo habla usted con Dios, pues?

Y todos soltaron una carcajada.

jueves, 21 de marzo de 2013

Los últimos años del conflicto



Dedicado a Iván Ernesto; Carlos Ernesto; Hugo Leonel; Silvia María; Víctor Hugo; Aarón Ubaldo; Mario Arturo; Carlos Leonel; Carlos Humberto; Eduardo Antonio; a Marco Tulio…. y tantos otros.

I
“La noche es más oscura cuando está por reventar el alba”

A inicios de los 90, el conflicto armado interno en Guatemala ya vislumbra luces de paz; el proceso de negociación entre el ejército, el gobierno y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) llevaba cuatro años; tensas reuniones entre los jefes guerrilleros y generales contrainsurgentes se llevaban a cabo en distintos países neutrales de la región. 

El Acuerdo marco sobre democratización para la búsqueda de la paz por medios políticos, el llamado Acuerdo de Querétaro, se concretaría en junio de 1991, precisamente en ese Estado mexicano.

Sin embargo, aún faltaban algunos años para terminar con la guerra. Para negociar la paz había que hacerlo desde una posición de fuerza y eso lo sabían tanto los líderes revolucionarios, como los estrategas de la contrainsurgencia.  La paz estaba cada vez más cerca, pero la confrontación podía ser más visceral y cruenta justo en esos momentos.

Uno de los sectores más golpeados por la represión, después de los pueblos indígenas, fue el de la Universidad de San Carlos de Guatemala, sangre de dirigentes, estudiantes y valiosos catedráticos tuvo que ser derramada constantemente durante el tiempo que duró el conflicto.

Precisamente  un año antes, en 1989 se había registrado la pérdida de valiosas vidas.  Un traidor, o quizá un infiltrado, habían dado nombres y contactos.  Al menos once compañeros y compañeras vinculados con la Coordinadora de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) fueron secuestrados y torturados hasta la muerte.  De algunos se encontraron los cuerpos, otros fueron tirados al mar o dispersados sus restos alrededor de la ciudad.

A pesar de haber sido diezmada la dirigencia estudiantil, la Universidad de San Carlos todavía era semillero de grandes intelectuales progresistas, luchadores por una causa justa: una Guatemala en paz, democrática y con justicia social.

El movimiento revolucionario continuaba la lucha en las montañas, en las selvas y llanuras, en las ciudades, en tanto el movimiento popular hacía lo suyo en la Academia, en las aulas, en las fábricas y en los barrios.

martes, 5 de marzo de 2013

El sargento Güicho


Cuando lo conocí, en el “Santos Salazar”, aún era muy joven; tendría unos 22 ó 23 años, pero ya era un experimentado combatiente.  Se desempeñaba como jefe de escuadra.  De baja estatura y complexión media.  Era colocho, de cara redonda y fácil sonrisa.  Con un remedo de barba en el mentón. Tenía esa extraña característica de hablar con “zetas”.

Para entonces ya tenía huellas de la guerra; una vieja herida de bala en el antebrazo izquierdo era la más visible; era una de esas cicatrices oscuras. El plomo había destruido parte del músculo y del hueso, y aunque parecía tener más delgado ese brazo, no mostraba debilidad; por el contrario, siempre llevaba consigo su fusil y otra arma más pesada: una ametralladora o un lanzacohetes.

Algunas veces se vendaba un poco el área de la cicatriz.  Nunca supe si era para darle más fuerza a su brazo o para no mostrar la vieja herida.

Se había formado desde muy niño en la selva petenera, donde cuentan que sobrevivió al ataque de un Jaguar.  Aún era muy niño cuando el felino penetró al campamento, en una noche de verano.  Los rugidos pusieron en alerta a todos los combatientes.  El enorme animal parecía buscar algo.  Pasó por el pabellón blanco de Güicho, que había hecho una cama en el suelo. Un zarpazo hizo trizas el mosquitero. 

El niño logró desplazarse rápidamente hacia atrás, pero el miedo lo paralizó.  Un segundo zarpazo hizo desaparecer la cama por completo, pero Güicho ya estaba detrás de la gamba de un árbol.  Dos, tres tiros de veintidós, así como los gritos de los compañeros que se lanzaron con cuchillos y machetes, hicieron que el Jaguar huyera. 

En el 94 era de los principales oficiales en el sur; era sargento y tenía a su mando una escuadra.

En una ocasión, Güicho y un combatiente fueron hasta la carretera a una inspección de rutina y al acercarse al lugar fueron recibidos a tiros. Los compañeros se tiraron a tierra de inmediato y buscaron dónde parapetarse.  Divisaron un vehículo y dos individuos con apariencia militar, pero vestidos de civil. Los desconocidos continuaban disparando.  Güicho ubicó la posición de uno de ellos e hizo tres disparos de fusil.  Se oyó un grito  y el sonido de un cuerpo que cae a tierra con todo su peso.  El otro individuo huyó.

Güicho se acercó.  Recuperó una browning 9 milímetros.  Más adelante estaba un pick up verde oscuro, con placas militares.

Luego se retiraron rápidamente. El riesgo era que el otro militar trajera refuerzos.

El sargento Güicho casi siempre estaba de comisión; el conocimiento del terreno, así como su buena relación con la base social y su resistencia física, eran cualidades de pocos.

El sargento Sitín le salvó la vida en una de esas salidas.  Iban los dos a cumplir una tarea y cuando buscaban la manera de acortar distancia trataron de cruzar una vertiente caudalosa.  Parecía fácil.  Unos diez metros separaban a una de otra orilla.  Sitín pasó primero.  Despacio, haciendo mucha resistencia muscular para no ser llevado por la corriente.  Luego correspondió el turno a Güicho, pero a la mitad del río uno de sus pies resbaló en una piedra y cayó a una parte más honda. La fuerza del agua lo devoró y ni siquiera pudo gritar para pedir auxilio; pero Sitín no lo dejaría morir tan fácilmente.  Corrió tan rápido como pudo río abajo, a tal punto que ganó unos metros al caudal que llevaba a su compañero y en una parte más angosta pudo sacarlo. Un poco más adelante su cuerpo se habría estrellado violentamente contra las piedras, ocasionándole una muerte segura.

Güicho no perdió el conocimiento, pero estaba pálido.  Las risas y burlas de Sitín hicieron que le volviera el alma al cuerpo.


Ese era Güicho, un oficial de las FAR; quizá de poca estatura, pero con una enorme voluntad de lucha.