Dedicado a Iván
Ernesto; Carlos Ernesto; Hugo Leonel; Silvia María; Víctor Hugo; Aarón Ubaldo;
Mario Arturo; Carlos Leonel; Carlos Humberto; Eduardo Antonio; a Marco Tulio…. y
tantos otros.
I
“La noche es más oscura cuando está por reventar el
alba”
A inicios de los 90, el conflicto armado
interno en Guatemala ya vislumbra luces de paz; el proceso de negociación entre
el ejército, el gobierno y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) llevaba cuatro años; tensas
reuniones entre los jefes guerrilleros y generales contrainsurgentes se
llevaban a cabo en distintos países neutrales de la región.
El Acuerdo marco sobre democratización para
la búsqueda de la paz por medios políticos, el llamado Acuerdo de Querétaro, se
concretaría en junio de 1991, precisamente en ese Estado mexicano.
Sin embargo, aún faltaban algunos años para
terminar con la guerra. Para negociar la paz había que hacerlo desde una
posición de fuerza y eso lo sabían tanto los líderes revolucionarios, como los
estrategas de la contrainsurgencia. La
paz estaba cada vez más cerca, pero la confrontación podía ser más visceral y
cruenta justo en esos momentos.
Uno de los sectores más golpeados por la represión,
después de los pueblos indígenas, fue el de la Universidad de San Carlos de
Guatemala, sangre de dirigentes, estudiantes y valiosos catedráticos tuvo que
ser derramada constantemente durante el tiempo que duró el conflicto.
Precisamente un año antes, en 1989 se había registrado la
pérdida de valiosas vidas. Un traidor, o
quizá un infiltrado, habían dado nombres y contactos. Al menos once compañeros y compañeras vinculados
con la Coordinadora de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) fueron secuestrados y torturados
hasta la muerte. De algunos se
encontraron los cuerpos, otros fueron tirados al mar o dispersados sus restos
alrededor de la ciudad.
A pesar de haber sido diezmada la
dirigencia estudiantil, la Universidad de San Carlos todavía era semillero de
grandes intelectuales progresistas, luchadores por una causa justa: una
Guatemala en paz, democrática y con justicia social.
El movimiento revolucionario continuaba la
lucha en las montañas, en las selvas y llanuras, en las ciudades, en tanto el
movimiento popular hacía lo suyo en la Academia, en las aulas, en las fábricas
y en los barrios.
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