jueves, 21 de marzo de 2013

Los últimos años del conflicto



Dedicado a Iván Ernesto; Carlos Ernesto; Hugo Leonel; Silvia María; Víctor Hugo; Aarón Ubaldo; Mario Arturo; Carlos Leonel; Carlos Humberto; Eduardo Antonio; a Marco Tulio…. y tantos otros.

I
“La noche es más oscura cuando está por reventar el alba”

A inicios de los 90, el conflicto armado interno en Guatemala ya vislumbra luces de paz; el proceso de negociación entre el ejército, el gobierno y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) llevaba cuatro años; tensas reuniones entre los jefes guerrilleros y generales contrainsurgentes se llevaban a cabo en distintos países neutrales de la región. 

El Acuerdo marco sobre democratización para la búsqueda de la paz por medios políticos, el llamado Acuerdo de Querétaro, se concretaría en junio de 1991, precisamente en ese Estado mexicano.

Sin embargo, aún faltaban algunos años para terminar con la guerra. Para negociar la paz había que hacerlo desde una posición de fuerza y eso lo sabían tanto los líderes revolucionarios, como los estrategas de la contrainsurgencia.  La paz estaba cada vez más cerca, pero la confrontación podía ser más visceral y cruenta justo en esos momentos.

Uno de los sectores más golpeados por la represión, después de los pueblos indígenas, fue el de la Universidad de San Carlos de Guatemala, sangre de dirigentes, estudiantes y valiosos catedráticos tuvo que ser derramada constantemente durante el tiempo que duró el conflicto.

Precisamente  un año antes, en 1989 se había registrado la pérdida de valiosas vidas.  Un traidor, o quizá un infiltrado, habían dado nombres y contactos.  Al menos once compañeros y compañeras vinculados con la Coordinadora de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) fueron secuestrados y torturados hasta la muerte.  De algunos se encontraron los cuerpos, otros fueron tirados al mar o dispersados sus restos alrededor de la ciudad.

A pesar de haber sido diezmada la dirigencia estudiantil, la Universidad de San Carlos todavía era semillero de grandes intelectuales progresistas, luchadores por una causa justa: una Guatemala en paz, democrática y con justicia social.

El movimiento revolucionario continuaba la lucha en las montañas, en las selvas y llanuras, en las ciudades, en tanto el movimiento popular hacía lo suyo en la Academia, en las aulas, en las fábricas y en los barrios.

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