lunes, 29 de abril de 2013

La hija del Sereque (Cotuza) III


Le contó que estaba enamorado de la hija del comisionado militar de la aldea, que a ella ya le había hablado en el río, cuando lavaba ropa y solo esperaba que la organización le autorizara…”, Comandante Rigo

parte tres



Herber llegó feliz a contarme su aventura y luego de muchas elucubraciones decidimos que debía informarle al Capitán Androcles.

Androcles se puso serio. Se tomó algunos segundos y expuso una serie de razonamientos, con los que prácticamente desautorizaba la relación. —Vos Herber ¿para qué querés compañera, si ella está en la población y vos en la montaña?, vos de plano no querés nada formal con ella, como sos de la capital, ni vas a reconocer un hijo, si lo tiene. Sabés que está prohibido por un buen tiempo entablar relaciones personales con las campesinas. Necesitamos que la población nos de su entera confianza.

—Estamos iniciando el trabajo político en Petén, por lo tanto debemos ser muy cuidadosos, para no cometer errores que nos cuesten el rechazo de las bases, además sos muy joven para pensar en serio en ese tipo de relaciones.

Herber me miró rápidamente, como diciendo “¡nos equivocamos mano!”. El Capitán continuó argumentando por un largo rato. Cuando terminó, Herber pidió la palabra y dijo: —mire Capitán, yo no soy burgués ni siquiera pequeñoburgués. Mi madre es campesina, hija de campesinos; mi padre, chofer de camionetas extraurbanas; yo soy obrero y cuando emigramos a la capital era un niño que tuvo que lustrar zapatos y vender periódicos, entre muchos otros trabajos.

Antes de venirme a la montaña era ayudante en un camión distribuidor de bebidas gaseosas y aunque estaba patojo participé en la formación del sindicato.  Vine a la montaña por decisión propia, con la convicción de vencer o morir por Guatemala.  Si usted no aprueba mi relación con la Serequita, que sea por otras razones, pero no porque crea que no la voy a respetar, mucho menos a desconocer. Nada de eso.

En toda su intervención hizo razonamientos valederos, pero fue imposible convencer al Capitán Androcles, quien concluyó: —Cuando venga el Capitán Chano vamos a ver que decidimos.

Herber me llamo, preocupado y me dijo: —¿y ahora que hacemos, mano?, yo quedé en llegar hoy en la noche donde la Serequita, se lo mandé a decir con el papá.  Como él se va a ver a la hija del comisionado, ella va estar esperándome y que chueco que no llegue. ¿sabés que, mano?, hagamos una movida para que pueda ir a escondidas.  Vos sabés que “entre hombres no mueren hombres” y que “hoy por mí, mañana por ti”. —bueno, veamos quien nos puede ayudar…  —A no, mano, mejor lo arreglamos nosotros dos, por si las moscas.

—¿Vos conocés bien el camino? —Si mano, es facilito. Me voy por toda la quebrada seca hasta el Zunsal, ahí cruzo y atravieso un güatalito, donde la milpa está en elote. Después le caigo a un caminito que está bien pateado, sigo un poco. Ahí hay unos palones de Ujushte que están en un descombro. Del otro lado está la casa de Sereque.

—¡Puta mano!, si para vos eso es facilito y encima de noche… bueno, vos sabrás como llegar.  Como a mí me toca organizar la posta ¿no te toca cocina hoy?. —No, no. —Entonces vamos a hacer lo siguiente: Voy a hacer tu posta y la mía, así que contá con cuatro horas.  A las 8 hacés como que vas a “fueriar” y te vas.  Pasás por mi linterna, que tiene pilas nuevas.

A las 7:45 llegó Herber a mi posición, silbando “o quizás simplemente te regale una rosa”, según él pasando de lo más desapercibido posible. Se había bañado con jabón de olor y se puso su mudada de reserva, la que muchos en la guerrilla usábamos como almohada.  Se había echado un “pijo” de vaselina perfumada y encima llevaba un aliento a “Astringosol” que a saber dónde había conseguido.

Mostraba una gran sonrisa, digna de un galán de película.  —Vengo por la linterna, mano, dijo, frotándose las manos.  —me hago una hora de ida y vuelta, así que tengo dos o tres horas. Imaginate mano, ¡todo lo que puedo hacer en tres horas!. —hablando de horas, te recomiendo que no me vayas a fallar. Tenés que estar aquí a las 12 en punto, para despertar a la siguiente posta, ya que yo no lo puedo hacer, pues se supone que yo te despierto a vos.  Así que a las 12 rayando, ni un minuto más. No se te olvide la seña y contraseña, alumbrás para abajo y hacés unos círculos con la linterna, para saber quien se acerca al campamento… ¡y mirá ¡, si te emocionaras mucho, lo más que te podés tardar es una media hora, pero nada más.  Así que andate, despacio mano y que la pasés bien.  Tenés cuidado con el tigre o la “siguanaba”.  —Esos dos me hacen los mandados.

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