“Le
contó que estaba enamorado de la hija del comisionado militar de la aldea, que
a ella ya le había hablado en el río, cuando lavaba ropa y solo esperaba que la
organización le autorizara…”, Comandante Rigo
parte tres
Herber
llegó feliz a contarme su aventura y luego de muchas elucubraciones decidimos
que debía informarle al Capitán Androcles.
Androcles
se puso serio. Se tomó algunos segundos y expuso una serie de razonamientos,
con los que prácticamente desautorizaba la relación. —Vos Herber ¿para qué
querés compañera, si ella está en la población y vos en la montaña?, vos de
plano no querés nada formal con ella, como sos de la capital, ni vas a
reconocer un hijo, si lo tiene. Sabés que está prohibido por un buen tiempo
entablar relaciones personales con las campesinas. Necesitamos que la población
nos de su entera confianza.
—Estamos
iniciando el trabajo político en Petén, por lo tanto debemos ser muy
cuidadosos, para no cometer errores que nos cuesten el rechazo de las bases,
además sos muy joven para pensar en serio en ese tipo de relaciones.
Herber
me miró rápidamente, como diciendo “¡nos equivocamos mano!”. El Capitán
continuó argumentando por un largo rato. Cuando terminó, Herber pidió la
palabra y dijo: —mire Capitán, yo no soy burgués ni siquiera pequeñoburgués. Mi
madre es campesina, hija de campesinos; mi padre, chofer de camionetas
extraurbanas; yo soy obrero y cuando emigramos a la capital era un niño que
tuvo que lustrar zapatos y vender periódicos, entre muchos otros trabajos.
Antes de
venirme a la montaña era ayudante en un camión distribuidor de bebidas gaseosas
y aunque estaba patojo participé en la formación del sindicato. Vine a la montaña por decisión propia, con la
convicción de vencer o morir por Guatemala.
Si usted no aprueba mi relación con la Serequita, que sea por otras
razones, pero no porque crea que no la voy a respetar, mucho menos a
desconocer. Nada de eso.
En toda
su intervención hizo razonamientos valederos, pero fue imposible convencer al
Capitán Androcles, quien concluyó: —Cuando venga el Capitán Chano vamos a ver
que decidimos.
Herber
me llamo, preocupado y me dijo: —¿y ahora que hacemos, mano?, yo quedé en
llegar hoy en la noche donde la Serequita, se lo mandé a decir con el
papá. Como él se va a ver a la hija del
comisionado, ella va estar esperándome y que chueco que no llegue. ¿sabés que,
mano?, hagamos una movida para que pueda ir a escondidas. Vos sabés que “entre hombres no mueren
hombres” y que “hoy por mí, mañana por ti”. —bueno,
veamos quien nos puede ayudar… —A no,
mano, mejor lo arreglamos nosotros dos, por si las moscas.
—¿Vos
conocés bien el camino? —Si mano, es facilito. Me voy por toda la quebrada seca
hasta el Zunsal, ahí cruzo y atravieso un güatalito, donde la milpa está en
elote. Después le caigo a un caminito que está bien pateado, sigo un poco. Ahí
hay unos palones de Ujushte que están en un descombro. Del otro lado está la
casa de Sereque.
—¡Puta
mano!, si para vos eso es facilito y encima de noche… bueno, vos sabrás como
llegar. Como a mí me toca organizar la
posta ¿no te toca cocina hoy?. —No, no. —Entonces vamos a hacer lo siguiente:
Voy a hacer tu posta y la mía, así que contá con cuatro horas. A las 8 hacés como que vas a “fueriar” y te
vas. Pasás por mi linterna, que tiene pilas
nuevas.
A las
7:45 llegó Herber a mi posición, silbando “o quizás simplemente te regale una
rosa”, según él pasando de lo más desapercibido posible. Se había bañado con
jabón de olor y se puso su mudada de reserva, la que muchos en la guerrilla
usábamos como almohada. Se había echado
un “pijo” de vaselina perfumada y encima llevaba un aliento a “Astringosol” que
a saber dónde había conseguido.
Mostraba
una gran sonrisa, digna de un galán de película. —Vengo por la linterna, mano, dijo,
frotándose las manos. —me hago una hora
de ida y vuelta, así que tengo dos o tres horas. Imaginate mano, ¡todo lo que
puedo hacer en tres horas!. —hablando de horas, te recomiendo que no me vayas a
fallar. Tenés que estar aquí a las 12 en punto, para despertar a la siguiente
posta, ya que yo no lo puedo hacer, pues se supone que yo te despierto a
vos. Así que a las 12 rayando, ni un
minuto más. No se te olvide la seña y contraseña, alumbrás para abajo y hacés
unos círculos con la linterna, para saber quien se acerca al campamento… ¡y
mirá ¡, si te emocionaras mucho, lo más que te podés tardar es una media hora,
pero nada más. Así que andate, despacio
mano y que la pasés bien. Tenés cuidado
con el tigre o la “siguanaba”. —Esos dos
me hacen los mandados.
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