Marco Tulio Soto
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Por
todo el alboroto que se había formado en la aldea decidimos esperar un buen
rato y no avanzar hasta que los perros se hubieran callado.
Al
buen rato fuimos avanzando poco a poco, hasta llegar al patio de la casa del
campesino. Allí le hicimos un sonido previamente establecido para cuando
llegáramos, y uno de sus hijos salió a ver en seguida, alumbrando con una
linterna hacia abajo; nosotros le hablamos: – buenas noches compa. – Buenas noches compas. – Está su papá. – Cómo no, ahí está; pasen
adelante. Entramos a la casa y
comenzamos a saludar uno a uno a toda la familia a la luz de un candil. Cómo está y una palmadita en el hombro.
Los
hijos del campesino jalaron unos troncos y unos cajones para que nos
sentáramos; pusimos las mochilas en el suelo y nos fuimos sentando.
Inmediatamente nos sirvieron una taza de café y nos ofrecieron tortillas y
frijoles que con gusto aceptamos echándole su respectivo chile y un poco de
pepita de ayote molida que nos regalaron.
Así,
comiendo fuimos platicando y
les contamos que habíamos escuchado los gritos de una mujer y un hombre que
andaban perdidos en la orilla de la selva.
El
campesino, un señor como de 50 años, llamado Baldomero, solo agachó la cabeza y
emitió un sonido jmmmmmmm. Quizás por eso le decían “camión viejo”.
Nosotros
insistimos en el tema y preguntamos que quién sería o quiénes eran los que
andaban perdidos; la señora nerviosamente se puso a soplar y avivar el fuego y
el campesino volvió a emitir el sonido jmmmmm.
Nosotros
les dijimos que habían pasado como a diez metros de nosotros, pero que no les
habíamos querido hablar, porque no estábamos seguros quiénes eran. Hasta ese
momento Don Baldomero reconoció que era él y su mujer quienes andaban perdidos.
Al inquirir qué andaban haciendo sin luz y porqué se habían perdido; la señora
saló al patio como a traer agua y don Baldomero nuevamente hizo jmmmm… jmmmmm.
El
compañero Chiricuto soltó una carcajada y les dijo: ustedes andaban
haciendo “el secreto del Mapache”.
La
señora que iba entrando con el agua en una tinaja, casi se cae. “Camión viejo”
volvió a hacer jmmmmm.
Los
hijos grandes, unos se salieron disimuladamente al patio y otros se pusieron a
hacer como que hacían algo y el ambiente se tornó un poco incómodo.
Todo
lo anterior me intrigó mucho y un poco por curiosidad, ignorancia y porque me
gustaba la cacería, comencé a preguntar que cuál era “el secreto del
Mapache”. Cada vez que preguntaba se
volvía a enturbiar el ambiente. Todos se ponían muy serios y trataban de
disimular su actitud, eso iba despertando cada vez más mi curiosidad y
estúpidamente seguía preguntando…
Cada
vez que insistía, el campesino cambiaba el tema contestando con una pregunta ¿y
cómo les ha ido? El capitán o cualquiera
de nosotros respondían. Volvía a la
carga ¿y no hay mucha plaga ahora en la montaña? Se le volvía a responder que
la misma plaga había en toda el área. ¿y no se han enfermado mucho? Bueno lo
del gasto, paludismo, gripes, catarros, dolores de cabeza, muelas etc ¿y qué
tal de invierno?
Bueno,
ha llovido bastante, los arroyos están crecidos, las aguadas están llenas, lo
mismo que las lagunas ¿y el fulano que tal está? ¿y mengano porque no vino? ¿y
qué tal de cacería?. Aquí aproveché
nuevamente a decirle que aunque fuera un secreto el del mapache tenía que
decírmelo, para poder yo cazarlo con más facilidad, nuevamente jmmmm y a
cambiar de tema.
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Al
rato llegaron otros campesinos que se había mandado a llamar con uno de los
hijos de don Baldomero. Así nos salimos
de la casa y sentados bajo una enorme ceiba que había en el patio realizamos
una reunión de educación política.
La
reunión la terminamos como a las 01.00 horas entonces nos despedimos de los
campesinos. Nos quedaríamos a dormir por
donde andaban perdidos don Baldomero y su mujer. Por la mañana, cualquiera de
los hijos de “camión viejo” nos llevaría el desayuno y saldríamos rumbo a
nuestro campamento a las 06.00 horas.
A
las 05.00 llegaron un hijo y una hija de don Baldomero a dejarnos el desayuno
que consistía en un rimero de tortillas bien calientitas y un poco de frijoles,
así como dos botellas con café. Sólo llevaron el desayuno y se retiraron pues
tenían que trabajar. Por nuestra parte, sólo comeríamos y nos retiraríamos
rápidamente del lugar para no ser detectados por personas extrañas.
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Reemprendimos
la marcha de regreso a nuestro campamento por la misma ruta.
Si
caminábamos rápido llegaríamos a las 10.00 horas.
Y
así, nuevamente por toda la brecha del Tigre, esta vez de día, caminando rápido
con las piernas un dos, un dos, como tijeras; con las mochilas como flotando
simulando globos de helio pegados a la espalda.
Nuevamente
haciendo los "dieces" a cada hora de camino, los “chancuacos” para echar
bocanadas de humo en cada de descanso. La constante danza de bejucos, las
contorsiones, los agachones, los jalones; a veces al bajar la mochila para
despedazar un bejuco cosa que solía ocurrir más a menudos después del medio
día, quizá por el cansancio. En la espesura de la selva cualquier cosa podía
ocurrir, pero principalmente que nos “enrumbáramos” y las cuatro horas de
marcha previstas se convirtieran en seis u ocho. A eso de las 15.00 horas
cuando habíamos comenzado a caminar a las 06.00, todas las bromas se evitaban, en especial las de mal gusto, para no tener problemas con los más quisquillosos; a esa hora el humor que se llevaba no era de
buenos amigos.
"Seguimos
caminando, y un dos, un dos, con las piernas como tijeras, los pies posándose
bien para no resbalar, para no caer, para no doblarse. Y el sudor resbalando
por la nariz y las cejas como parabrisas desviando el sudor hacia los lados y
la camisa mojada y el pantalón destiñéndose en la entrepierna y desgastándose
por el un dos, un dos como tijeras. Y árboles como cohetes espaciales y otros
mirando como cabezas salientes y otros como figuras raras, algunas ridículas;
otros como burlescos, otros muy ecuánimes, otros muy formales, algunos muy
retorcidos como conteniendo la risa, otros como taciturnos y tristes, otros muy
erizos como emocionados, otros como friolentos llenos de hojas como
satisfechos, otros muy altos y delgados como desnutridos, otros tendidos y agachados
como avergonzados, otros muy lisos, otros muy escamosos, otros como con
viruela, otros con avitaminosis llenos de manchas, otros tan gordos y bajos que
parecen señoras vendiendo comida en el mercado, otros en el suelo muertos o
muriéndose, otros morenos como el cedro, blancos como la pimienta y el guarumo,
amarillos como el canchán, negros como el palo tinto, rojos como el palo jiote;
algunos más nudos que pita de chichaguate. Ogros con la sabia roja como el
sangre de Cristo, amarilla como el marío, blanca como el chicle, verde como el
guano. Azul como el Campeche".
"Con
flores de todos tamaños y olores. Con colmenas incrustadas en troncos, con
abejas extranjeras o de castilla, criollas, tenzuque, congo, chumelas,
doncellas, tamagás, cuxpún, talnete, chilizate, etc. Etc. Con porras de comején
colgadas como alforjas. Con semillas olorosas como la pimienta, frutas
deliciosas como el zapote, el chicozapote, el manguillo, el manax, el ujuxte,
etc. Tan dulces como la misma miel.
Hojas multiformes y multicolores tan grandes como el guano, que sirve
para techar casas, tan pequeñas como el chipilín".
"Con
cáscaras tan delgadas como el palo jiote que parece papel celofán. Sabia tan
cáustica y venenosa como el chechén, maderas tan suaves como el majague o
mecate, tan duras como el chicozapote o el tinto. Árboles tan imponentes y
frondosos como la ceiba pentandra y tan elegantes como la caoba y el
cedro. Y bejucos multiformes, redondos,
ovalados, triangulares, como el barbasco, largos y rectos como el “come mano”,
con mucha agua, como el de uva, tan espinosos como el bayal y el uña de gato;
tan fuertes como el matapalo, tan dóciles como el mimbre. Muchos simulando enormes serpientes
enrolladas en los árboles, otros tendidos por el suelo, otros formando nudos,
otros roscados con otros como compitiendo haber quién aprieta más, otros que
nacen de abajo para arriba, y otros de arriba para abajo".
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