lunes, 16 de mayo de 2011

La guerrilla urbana, aquí y allá


Cuando me incorporé a las FAR, en Nicaragua, sólo tenía un gran miedo: regresar a la ciudad de Guatemala; cualquier cosa podía ser mejor a que me enviaran a la guerrilla urbana, a la “ratonera”, como le decían algunos compañeros y compañeras, donde los aparatos de inteligencia del Estado, especialmente del ejército, buscaban la manera de acabar con el movimiento revolucionario. 

Salí de Guatemala en noviembre del 81 con un trauma, luego de haber sido secuestrado por agentes de la G-2 y por si fuera poco en septiembre del 83 fue desaparecido mi hermano, meses después de haberse incorporado a la Organización del Pueblo en Armas.

Estuve en la Nicaragua revolucionaria entre enero del 82 y mayo del 86, en un país que daba facilidades a los movimientos revolucionarios centroamericanos; mi preparación militar se fue dando de a poco, con el apoyo, experiencia y conocimientos de compañeras y compañeros con quienes conviví, con mi participación en las milicias populares y en algunos cursos con el ejército sandinista.

Cuando me trasladé a México, en mayo del 86 tuve que enfrentarme, sin darme cuenta, a mis grandes miedos, sólo que en otro escenario.  En un país que si bien mantenía un gran respeto por la autodeterminación de los pueblos, no era como Nicaragua y tenía aparatos de seguridad y de inteligencia muy fuertes.  Aprendí sobre las medidas de seguridad, sobre el chequeo y contrachequeo, sobre la importancia de llegar a tiempo a los contactos, constatar que en los alrededores no hubiera presencia “enemiga” y que en la retirada no tuviera seguimientos.

Inicialmente estuve en casas de seguridad, una de ellas en el estado de Toluca;  cuando pasé por ahí había al menos unos ocho compañeros, en espera de la fecha de entrada al frente norte, o del contacto que facilitaría la llegada a la región central, al frente Tecún Umán, en Chimaltenango o al “Santos Salazar”, en el sur del país. Todos llegábamos a esas casas con los ojos cerrados y manteníamos internamente una disciplina muy fuerte; había que levantarse a las 5 de la mañana, formar, cantar el himno de las FAR, casi susurrado y luego pasar a las tareas del día; igual que en el frente, había parejas encargadas de la cocina del día.  Los demás debían dedicarse a otras actividades, como estudiar o leer, pero también algunos tenían cualidades artísticas, como hacer figuras en hueso.  Darío, uno de los compañeros encargados del lugar compraba hueso con tuétano, el que partían crudo, con sierras y cuchillas y hacían figuras mayas en relieve;  la pieza terminada era barnizada con brillo de uñas.

Compañeros provenientes del “Sergio Aníbal Ramírez”, la región central, contaban anécdotas sobre las casas de seguridad en la ciudad de Guatemala. En una ocasión se percataron que elementos de la policía y el ejército rodeaban la cuadra y en pocos momentos empezaron a disparar, al mismo tiempo que decían por megáfonos que los tenían rodeados y que se entregaran;  Lo que desconocían era que el operativo no era contra ellos sino contra una casa vecina, donde compañeros de la ORPA, habían sido descubiertos.  Coincidentemente fuerzas de organizaciones hermanas estaban en casas cercanas, algo muy difícil que ocurriera, pero así fue.

Los compañeros de las FAR también abrieron fuego y aunque la mayoría logró escapar, dos perdieron la vida. Contaban que algunos compañeros llevaban consigo cápsulas de cianuro y que antes de ser capturados vivos preferirían morir.  Sabían que de ser detenidos por el enemigo serían torturados salvajemente y que al final serían asesinados.

También enfrentaban riesgos cuando buscaban alquilar una casa. Una vez vieron en alquiler un lugar que prestaba todas las condiciones, tamaño, seguridad, rutas de escape, tranquilidad del área.  Entonces enviaron a una pareja a entrevistarse con la propietaria.  La señora se mostró amable, pero les dijo que antes tenían que hablar con su esposo.  Cuando lo vieron era “Chalo” Hernández, un conocido locutor y conductor de televisión de la época, que militaba en el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), el partido de la ultraderecha, de Mario Sandoval Alarcón, que aparte se decía tenía bajo su mando a “La mano blanca”, una organización paramilitar, que asesinaba a políticos y activistas democráticos y progresistas, por considerarlos potenciales enemigos.

El tipo les preguntó quiénes eran, dónde trabajaban, dónde vivían actualmente.  Todo el “manto” estaba bien planificado, pero hubo un error en la dirección donde supuestamente vivían.  Miren les dijo -¿y ahí, que hay alrededor?.   No supieron responder.

Saben qué; ustedes me están mintiendo. Ustedes han de ser guerrilleros.  El lugar que me están dando por dirección es una bodega de mi propiedad y ni siquiera saben qué hay alrededor. Mejor lárguense de aquí.

Los compañeros salieron tan rápido como pudieron.

Otros compañeros se encontraban en un lugar de la zona 4, como parte de un operativo de vigilancia;  Desde hacía una semana habían sido vistos pasar dos vehículos del ejército y trataban de corroborar en qué horario transitaban por ahí y las condiciones del área, para montar una emboscada.

Pero iban disfrazados y a uno de ellos se le desprendió parte del bigote falso, sin que se diera cuenta. En ese momento pasaron dos agentes de la policía nacional, de forma rutinaria.  En el primer momento no repararon, pero seguro uno de ellos reflexionó y regresaron, con las manos en sus revólveres.  Los policías gritaron -¡Alto ahí!, pero los compañeros lograron salir corriendo.  Uno de ellos abrió fuego e hirió a uno de los policías.

El operativo contra los vehículos del ejército fue postergado por unas semanas; pero finalmente fue un éxito.

En México no había mucha diferencia; debíamos aprender a movilizarnos; obteníamos documentos de identidad falsos; licencias, carnés de elector, cartillas militares; era necesario aprender el himno de México, las efemérides más importantes, los personajes más reconocidos de su historia. No portábamos armas.

Conocí a un compañero en Petén; su hermano gemelo murió cuando agentes judiciales mexicanos le dispararon en las cercanías de una estación del metro;  él había sido descubierto y trató de huir. Los agentes dispararon a matar.

Compañeros de  EGP, que habían sido capturados por judiciales también fueron asesinados de forma brutal.  A uno de ellos le rompieron las piernas a balazos, para que entregara lo que conocía.

La situación en México también era difícil, pero debíamos permanecer ahí; al final de cuentas las condiciones geopolíticas eran más favorables que adversas.

1 comentario:

  1. me imagine a su compañero con el bigote desprendido y lo de Chalo no lo sabía para mi es
    nuevo =O Saluditos don Luis, desde mi casita un saludo pa uste.

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