martes, 10 de mayo de 2011

Madre

Fui el quinto de seis hijos, en un hogar de clase media baja; mi padre zapatero, mi madre dedicada a la casa, al cuidado de la familia.

Tal vez no fue como La Madre, de Gorki, pero luchó con todas sus fuerzas por su primogénito, mi hermano mayor, desaparecido en septiembre de 1983;  No pude ser testigo del dolor, angustia y desesperación que ha de haber tenido aquella pobre mujer, desde que supo que su hijo había sido secuestrado.

Varios elementos del ejército llegaron a la casa un día después a buscar las pertenencias de mi hermano y la pobre viejita tuvo que dárselas.

Con ayuda de una tía escribieron una carta que aún conservo, dirigida al entonces jefe de Estado, Óscar Humberto Mejía Víctores, en la que pedían investigar las placas de los vehículos donde lo habían subido, respetar su integridad física y “aún creyendo que mi hijo es inocente de cualquier señalamiento, se le consigne a los tribunales de justicia como en derecho corresponde, en caso de haber cometido delito alguno”.
 
“Mi hijo, señor general, no está desaparecido; mi hijo, señor general, no está secuestrado; mi hijo, señor general, lo tiene el ejército”.

Y la firmaba esa viejita linda, luego de haber derramado quien sabe cuántas lágrimas. Sin saber a lo que se exponía.  No le importaba, podrían haberla matado en aquel mismo momento; habría sacrificado su vida por cualquiera de sus hijos e hijas. Eso fue un 17 de octubre del 83.

Recibió un telegrama el 5 de enero de 1984, en el que se le pedía presentarse al cuarto nivel del Palacio Nacional (donde se encontraban las oficinas de la G-2) “para una entrevista”.  Años después, cuando salió a luz pública el Diario Militar supimos que mi hermano había sido asesinado un día antes del envío de este citatorio.

Mi madre se presentó el día y hora señalados, en espera de buenas noticias.  Pero sólo fue una burla más. No le dieron ninguna información y únicamente le exigían que informara si tenía novia, si conocía a otros amigos, si sabía dónde vivían.  No les dijo nada.  Además lo desconocía; la pobre salió partida de aquel lugar.

Han pasado los años y aquel dolor sigue minando su resistencia;  sufre cada vez que lo recuerda, como si fuera ayer, como si aquel valioso hijo suyo acabara de ser secuestrado, desaparecido.

¿Cuántas madres pasaron por esto?;  ¿cuántas viejitas perdieron no a uno, a dos tres hijos?, a sus hermanos o hermanas, a sus esposos.

Madres revolucionarias que parieron a sus hijos en la montaña y que lucharon por que sus retoños tuvieran un mejor futuro.

¡Gracias madre; gracias madres!

1 comentario:

  1. Hay don Luisito me hizo llorar y tiene razón, no imagino que dolor tan grande de todas esas madres. Que Dios bendiga a su mamá, a sus hermanas y ahora a su hija Lupita y un buen día de la madre a todas ellas.

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