En la estructura logística, en México, había un compañero y su familia, entregados a una de las tareas más valiosas para la guerrilla, la elaboración de los equipos y uniformes.
El guerrillero debía portar, además de su mochila, dos uniformes verde olivo, o en su defecto, de otro color oscuro; un pabellón, también conocido como mosquitero, una hamaca y una carpa sencilla, de dos aguas; las telas debían ser especiales, de modo que fueran durables y que su peso fuera el más liviano posible.
Pocos lo conocían por su seudónimo original “Tomás”, seguramente alguien recordará cómo fue que recibió el sobrenombre de “Cabo”; en la guerrilla se decía, en tono de broma, que él siempre sería el único cabo guerrillero. En la línea de ascensos de algunos ejércitos el primer grado que se recibe, luego ser soldado raso, es el de cabo. En las FAR no existía este rango, creo que tampoco en el ejército guatemalteco.
Tomás era un compañero relativamente alto, aproximadamente 1.75 mts. Un poco serio; era el sastre de la guerrilla; preparaban decenas de equipos cada mes, los que eran enviados a los distintos frentes; la tela para confeccionar los uniformes del frente Tecún Uman, en el altiplano central del país, o del “Santos Salazar”, en el sur, no era igual a la que se debía utilizar en Petén.
Para la selva, donde proliferaban los mosquitos, se requería de una tela de tipo repelente; además este tipo de uniformes no pesaba, se podían enrollar y meter hasta en una bolsa de la mochila y se secaban muy rápido. En cambio el de tela hacía un bulto más grande, al mojarse tardaba más tiempo en secarse y por la humedad rápidamente se podría. Había compañeros, en algunos frentes, que requerían uniformes casi cada mes.
La producción entonces era grande; incluso hubo necesidad de ubicar en otra casa a otros compañeros, para que también fabricaran uniformes o terminaran detalles de los equipos. A las carpas, por ejemplo, debía colocárseles, en la costura central, una capa de pintura de hule, de manera que el agua no se filtrara.
El Cabo tenía, según recuerdo, dos hijos de su primer matrimonio: Sorayda y Henry. Ellos lo apoyaban en la confección; luego se integró la compañera Mayra, hermana del Teniente Víctor. Tiempo después el Cabo y Mayra se volvieron pareja.
Nunca supe que Tomás haya tenido problemas de seguridad fuertes, a pesar de que algunas veces su casa fue utilizada para hospedar por algunos días e incluso meses, a compañeros que venían de los frentes o que iban de regreso a ellos y que por distintas razones no podían ser instalados donde correspondía. Pero en la casa del Cabo todos ayudaban, era una maquila, había que cortar y costurar, que era tarea de especialistas, pero también había que colocar todos los cordones, de mosquiteros, carpas, hamacas o poner la capa de pintura en las costuras donde se podía filtrar agua.
Recuerdo en una ocasión que me dirigía hacia la Terminal de Autobuses del Poniente, conocida como TAPO y por alguna razón él me pasó a dejar; iba manejando una panel, cargada de equipos y uniformes. Llovía fuerte y en una esquina dio un mal viraje, con tan mala suerte que nos vieron unos policías de tránsito y nos hicieron el alto.
Pero el Cabo ya tenía experiencia; corríamos un alto riesgo, pues si nos encontraban con todo ese cargamento no teníamos ninguna justificación valedera y seguramente nos capturarían. Sin embargo Tomás era más listo que bonito y su decisión fue la más acertada. Como lo hubiera hecho cualquier mexicano, no sólo los ignoró sino que los baño, con el agua estancada que había en el lugar. Encima sacó la mano con el puño cerrado y la hizo para arriba. Un insulto en México.
Este era El Cabo; algunas veces criticado por las y los combatientes, que porque el uniforme traía el tiro muy chiquito, que si la carpa tenía un color muy claro, que si se filtraba el agua; incluso por el tipo de tela con la que se elaboraban los uniformes. La mayoría de veces no era culpa suya, era lo que se tenía, lo que había.
Las mochilas fueron evolucionando. Algunas recuperadas al ejército fueron enviadas al Cabo, para que aplicara el estilo. Y lo logró.
Tomás, “El Cabo”, fue uno de los compañeros imprescindibles, no sólo para la fuerza guerrillera en Petén, sino para todos los frentes de las FAR, en el país.
Vive aún, con Mayra, su compañera de vida.
Compañero, un gran saludo.
ResponderEliminarSiga este trabajo de testimonio. La memoria viva de la lucha, los miles de rostros clandestinos, los olvidados de la historia sobreviviran gracias a iniciativas como este blog. Siga adelante.
Por mi parte trato de juntar elementos sobre los brigadistas en Nicaragua :
http://brigadasennicaragua.blogspot.fr/
Si anduvistes por estos rumbos o si conocistes nicas en estos años , tal vez podes compartir unas lineas.
Hasta luego.