VII
"... la misma noche que hace blanquear los mismos árboles, nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos".
Quien haya dicho que las noches sin luna son las más oscuras dijo una gran mentira. No es cierto, al menos no en esta parte del país y en la cima de un cerro alto, desde donde las luces de los candiles y fogones de las casas eran difícilmente apreciados; no se veía ni siquiera el reflejo de las luces de la ciudad más cercana.
Las estrellas se veían grandes y luminosas. Era otro paisaje, un paisaje nocturno; las estrellas bañaban de brillo los árboles y caminos. Aprendí a ubicar el Arado, las Siete Cabritas, La Osa Mayor, La Osa Menor; Júpiter, Marte, Venus.
Las noches de luna eran otro espectáculo; era tal la claridad, en noche de luna llena, que comprendí perfectamente por qué se decía que la noche estaba ¡como para robar gallinas!.
Algunas veces caminamos, tanto con luna llena, como en noche de estrellas; siempre tenía dificultades para caminar en estas circunstancias, por las condiciones del terreno. En las noches oscuras se utilizaba la linterna poco o nada.
Si bien la noche sin luna también era clara, durante las caminatas había que pasar por zonas boscosas y pedregosas, donde se perdía la visibilidad. Fue una de esas veces que iba yo detrás de Leandro, tropezando con cada piedra que encontraba. Íbamos sin usar linternas, tan sólo con el tenue brillo que nos regalaban las estrellas.
Veía que Leandro colocaba cada pie en el lugar justo, donde debía dar el paso para no caer o tropezar con alguna piedra. –Mano ¿cómo le haces?. Sonreía. –Es fácil; sólo tenés que fijarte dónde puso el píe el compañero al que seguís.
Varias veces me golpeé con alguna piedra puntiaguada o caí de rodillas hasta romper los pantalones; otras, me quedó atorado el pié en algún agujero y gracias a la bota militar, amarrada hasta la altura de la espinilla, no me fracturé.
VIII
En el campamento más alto donde estuvimos tuve la oportunidad de observar bellos paisajes, tanto de día como de noche. Desde apreciar la intensa luz de Júpiter, hasta ser testigo de la caída de alguna estrella fugaz o lluvia de estrellas.
Sin embargo, tuve tres avistamientos extraños. De esos, que muchas veces al escucharlos, no se puede dar crédito. Uno de ellos, más impresionante y extraño.
La primera vez fue a eso de las 6 de la tarde, aún con la claridad del día. Vi una lespecie de nave que surcaba el firmamento de norte a sur, con mucha más velocidad que un avión y mucho más rápido que un satélite. En esos lugares es común ver algún satélite que se mueve despacio de un lugar a otro. Pero esta luz era diferente. Iba tan alto que impedía hacer una valoración más exacta. ¿basura espacial?. Talvez.
El segundo avistamiento fue más natural. Logramos disfrutar, con todo su esplendor, del cometa Shomaker Levy; fueron días y noches de tenerlo frente a nosotros, hasta que desapareció. Impresionante, único.
Pero la tercera vez fue algo mucho más extraño, hecho del que varios fuimos testigos.
Ocurrió a eso de las 19 horas. Era una noche sin luna y con pocas estrellas. Mientras comíamos, platicábamos y escuchábamos radio. Fue entonces que a la izquierda del Volcán Tecuamburro aparecieron tres luces que en pocos segundos se alinearon; luego desaparecieron; tuve la sensación de que tomaron con rumbo al mar.
Lo más extraño fue que escuchamos en las noticias que a esa misma hora habían sido vistas tres luces en el cielo huehueteco; luego, en información internacional, México daba cuenta de similar avistamiento, en el mismo horario.
Eran de esas extrañas cosas que se pueden apreciar en lugares como estos, pero principalmente en alturas como en la que nos encontrábamos y con los cinco sentidos a cualquier situación que pudiera representar un riesgo para nuestra seguridad.
don Luisito me imagino que esa época fue un poco menos cargada que la anterior o no?, me imagino lo magestuoso del paisaje en ese lugar, como lo redactó hasta lo pude palpar, que bonito.
ResponderEliminarsiga adelante don Luisito! y estoy al día =D
NO fue menos cargada, al contrario, fue mucho más intensa; además había adquirido mucha más madurez y responsabilidad... mis dos hijos ya habían nacido. Las condiciones del terreno eran totalmente diferentes, pero los riesgos eran mayores; las siguientes entradas te dibujarán mejor el panorama.
ResponderEliminar