I
Nunca sabremos qué pasó por su mente en aquellas últimas horas de su vida, en aquellos últimos minutos.
Eran casi las 4.50 de la mañana, el sargento Sitín y los tenientes Silvio y Pancho se despidieron de él, de Merly y Pezarossi; iban con sus respectivas patrullas a cubrir los puntos que les correspondían.
Vieron al Capitán Leandro con una actitud parsimoniosa, acuclillado frente al fuego. Calentaba café. Sonrió, les dio las últimas recomendaciones y les dijo que en un momento iniciarán la marcha.
Merly preparó su mochila; tenía algunos meses de haber pedido su traslado a los servicios médicos; sabía que tenía capacidad y conocimientos para aportar en ese campo. Pezarossi era el jefe de comunicaciones; llevaba equipo de radio para transmisiones de larga distancia; además tenía bajo su mando la coordinación operativa en las comunicaciones interescuadras.
Borraron huella y se dispusieron a subir a la cima del cerro, donde coordinarían el operativo. Leandro se colocó su mochila y pidió también la de Merly; se puso al frente, no era lo correcto que el jefe hiciera eso: ponerse en la punta de la unidad y con doble carga. Pero sólo eran tres: él, Merly y Pezarossi. Su actitud de guerrero temerario salió a flote.
Debían ascender unos 150 metros.
Todo hubiera sido diferente de no haber apagado el radio; el equipo de Radio Rastreo había cumplido su función y contaba con información urgente. Arriba los esperaban unos 20 soldados al mando de un oficial kaibil, que sonreía esperando el momento del aniquilamiento.
II
En 1993 cayó el comandante Martín en una casa de seguridad de Ciudad San Cristóbal; él había sido uno de los precursores de la intercepción de las comunicaciones enemigas en Petén, donde logró ubicar los rangos de frecuencia que utilizaban; los horarios y los métodos de codificación de sus mensajes y el tiempo de uso de las claves. Por sus cualidades como jefe guerrillero y conocimientos, fue asignado por la comandancia de las FAR para levantar el Frente Sur, que unos años atrás había sido golpeado y casi desaparecido. Se le dio la oportunidad de llevar cuadros militares de su mayor confianza. Fue así como llegaron Silvio y Pancho, Sitin, Alcides, Cheje, Rafael y Merly, entre otros compañeros y compañeras.
Sin embargo, su caída en la ciudad de Guatemala, junto con un valioso y voluminoso arsenal, dejó al frente nuevamente en situación de debilidad.
Los planes que había para el frente sur eran muy importantes; el nivel y cualidades de los cuadros militares trasladados para aquella zona eran muy altos, pero era necesario enviar a un nuevo jefe. Fue así como llegó el teniente Egidio, procedente del Frente Tecún Umán, de donde también se llevó a un grupo de valerosas y valerosos combatientes.
El teniente Egido fue ascendido a capitán y se cambió el seudónimo por el de Ixbalanqué, con el fin de emular al desaparecido capitán Ixbalanqué, legendario jefe guerrillero del Tecún Umán, caído en una emboscada.
Sin embargo, el nuevo capitán Ixbalanqué tuvo problemas de comunicación con la fuerza, su falta e capacidad la trataba de esconder con prepotencia y sanciones, lo que incomodó a los mandos medios. Por si esto fuera poco, en esos días varios compañeros contrajeron el Cólera; la enfermedad se había convertido en una epidemia nacional y la guerrilla también estaba propensa.
Ixbalanqué contrajo el virus y estuvo a punto de morir; en pocas horas el hombre alto y fuerte desapareció, por una persona con apariencia de anciano, con la piel arrugada y casi pegada a los huesos; los vómitos y la diarrea eran tan continuos que una hora más y hubiera muerto.
Fue llevado hasta la carretera, donde una unidad de compañeros de la guerrilla urbana lo llevó en vehículo al hospital nacional de Escuintla, donde le salvaron la vida.
Ixbalanqué ya no regresó al Frente Santos Salazar y la situación nuevamente se puso difícil, aunque en menor cuantía. La capacidad de Sitín, de Pancho y de Silvio se puso de manifiesto. Trabajaron con la base social y lograron un buen número de colaboradores.
Había que esperar ahora la llegada del nuevo jefe del frente: el Capitán Leandro.
muy bonitas le quedaron don luisito aunque he de confesarle que la forma en que redactó la primera y el cierre que le hizo me puso la piel de gallina.
ResponderEliminarAdelante don Luisito no deje de escribir.