viernes, 8 de abril de 2011

La escuadra menuda


Nunca en las fuerzas guerrilleras guatemaltecas existió una política de reclutamiento forzoso, mucho menos la más mínima intención de incorporar a niños y niñas como combatientes; sin embargo, las condiciones en Guatemala, a raíz de las operaciones de tierra arrasada, masacres y genocidio, que aplicaba el ejército, obligaban a familias completas a huir a las montañas, convertirse en poblaciones en resistencia o a cruzar las fronteras, para refugiarse en poblados de nuestro hermano país México.

Otras familias preferían alzarse en armas; apoyar a la guerrillera en zonas de retaguardia, donde además podían participar en escuelas políticas, militares, convivir con personas con las que se identificaban, además de garantizar su seguridad.

Hubo una generación de pequeños, entre 12 y 15 años, niños y niñas, deseosos de ser como sus papás y “luchar por Guatemala, la revolución y el socialismo”.

Fue la propia Capitana María la que ordenó cuidar y proteger a aquella manadita de “ishtos” bulliciosos, de manera que se estableció una escuelita infantil, con maestros y maestras de distintas materias.   La escuadra menuda aprendía a leer y escribir, a sumar, restar y multiplicar; se les daba a conocer la línea política de las FAR, las medidas de seguridad del guerrillero;   tenían reuniones de formación ideológica y de crítica y autocrítica, además de participar en todas las tareas de campamento.  No estaban armados.

En la escuadra menuda se formó Tania, sobrina del sargento Rubelio, jefe de la patrulla logística de frontera;  sobrina también de Mynor y del subteniente Belarmino, combatientes de primera línea.  También estaba Gladys, hija de uno de los principales comisarios políticos en Petén y sobrina del entonces teniente Gary.  Estaba Pavel, un compañerito de unos 13 años, de baja estatura, con muestras de haber sufrido desnutrición años atrás; su papá era combatiente; y Sitín, hijo se Sito;  otro viejo guerrillero.

Era difícil formar a aquellos patojos, principalmente a Sitín y Pavel, los más inquietos; la misma Capitana María, en alguna de sus temporadas en Petén, se encargó de instruir a la escuadra menuda; la teniente Lorena y la teniente Niurka, fueron otras de las mentoras; seguramente fue dificultoso preparar a cada uno de ellos;  pero dieron sus frutos.

La historia de Sito y Sitín tiene sus particularidades; al parecer había una situación familiar triste, de abandono por parte de la madre, a lo que se unió la época de represión, que lo obligó a unirse a la guerrilla y llevar a su pequeño;   Sito pidió que no lo separaran de su hijo, hasta que éste creciera y tomara su decisión; y así fue.

Algunos años después, cuando Sitín ya tenía 17 años y se había convertido en combatiente, su papá aún no lo dejaba y participaron en varios enfrentamientos contra el ejército; siempre unidos, siempre con ese amor de padre e hijo que los fortalecía.

Durante una marcha,  en una zona de peligro, se les orientó mantener dos metros de distancia entre uno y otro combatiente;  se debían comunicar únicamente por señas: si encontraban una brecha, el de adelante debía avisar al de atrás, mostrando su dedo índice; en cambio si era un camino, se debía mostrar el índice y el anular, como una V de victoria; y así, todos se debían hacer la seña, para estar sabidos de lo que tenían adelante.

Sitín iba al frente y Sito atrás; las señas se fueron dando conforme a lo acordado;   pero al cabo de un buen rato, Sitín colocó el pulgar sobre el dedo medio,  cruzó el índice y con toda la gana hizo una seña vulgar a su papá, e incluso gesticulando con la cara.

Sito respondió enojado  -¡que chingados patojo jodido!.   -¡callate hombre!, -es la seña para trocopáz. –le dijo.

Los dos fueron sancionados con una semana de cocina;  uno por utilizar una seña vulgar que no había sido incluida y el otro por pegar el grito, enojado, en un lugar donde no podían hablar.

Tania se convirtió en una muy buena radista;  Gladys se integró tiempo después al equipo de Radio Rastreo;  Pavel se volvió combatiente;  su papá cayó unos años antes que él.

Sitín se separó de su papá;  se encontraban esporádicamente y era evidente el amor que se tenían.  Sito murió de cáncer, cuando ya Sitín tendría unos 22 años.

Así fue la escuadra menuda; un grupo de pequeños traviesos y traviesas; la mayoría de ellos aún vive y siguen siendo consecuentes con sus sueños.

1 comentario:

  1. a eso iba, que pasó con toda esa juventud, ellos son los que para mi tendrìan que estar al frente de la izquierda en el país, gracias por compartir esta historia y sabe me da gusto saber que el caso de Guatemala no fue como el de Colombia u otras naciones en guerra donde los niños son armados y participan en las guerras como combatientes.

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