viernes, 1 de abril de 2011

Canales


Un tributo a un heroico combatiente.

"Canales"
Canales era un joven guerrillero, de aproximadamente 24 años; complexión atlética, de mediana estatura, aproximadamente 1.72 mts.  Era originario del oriente del país;  cabello castaño, algunas pecas y casi siempre tenia el ceño fruncido, no porque estuviera enojado, era como su estado normal.

Lo conocí en Nicaragua en el 85; él ya había hecho historia en el Petén.

Un par de años antes había participado en varios combates, liderados por el comandante Ruiz, en destacamentos cercanos al Parque Nacional Tikal; habían realizado ataques directos a puestos militares, toma de carreteras, mitines, emboscadas, volanteos; a pesar de ser una fuerza pequeña; eran aproximadamente 20 combatientes que aplicaban la táctica de “muerde y huye”.

El corolario de esta serie de combates fue la toma de Tikal, en un día en que se encontraba en el parque una gran cantidad de turistas nacionales e internacionales; ingresaron en grupos desde distintos puntos; el primer objetivo era inmovilizar a los guardias que se encontraban en la entrada y en los alrededores del museo. Posteriormente la fuerza guerrillera se concentró frente al templo del Gran Jaguar, donde pidieron a todas las personas que se acercaran a escuchar el mensaje.

Canales se había destacado en todas las acciones, pero en esta tuvo la osadía de subir la escalinata del templo y desde una mediana altura dirigir el mensaje central a los visitantes; decenas de personas escucharon a aquel joven guerrillero, de uniforme verde olivo, que se veía más oscuro por el sudor y la humedad de la selva; con el fusil cruzado sobre su pecho; la visera de la gorra militar no dejaba ver sus ojos y el pañuelo rojo cubría el resto de su cara.

Luego de 15 minutos de arenga descendió; algunos de los turistas, se acercaron para darles dinero y algo de comer.

El ejército ya tenía noticias de la toma de Tikal y envió a tropas especiales, pero Ruiz y sus combatientes ya se habían retirado.

Días después, en el campamento, en una mañana que parecía rutinaria, Canales se encontraba con dos compañeros más en la avanzadilla; uno encargado de detonar una mina que había sido colocada en un lugar de riesgo, donde podría ingresar el enemigo; él con su fusil, un M-16 y el tercero, de apoyo.

Este tipo de resguardo se instalaba en zonas de combate, donde el ejército podría aparecer en cualquier momento;  Ellos habían realizado varias acciones en la zona, pero la última, la toma de Tikal, representaba un golpe político de trascendencia nacional e internacional, que marcaba una posición de fuerza y eso no lo podía dejar pasar la soldadesca guatemalteca.   Como perros de caza se habían lanzado tras la más mínima huella y finalmente la habían encontrado.

Canales fue el primero que los vio, con uniformes pinto, sombreros militares y fusiles galil; caminaban despacio, unos cinco metros, uno detrás del otro; era evidente que los habían descubierto.   Canales le hizo una seña con la mano abierta al minero, para que estuviera alerta y detonara la mina cuando le indicara;  el tercer compañero temblaba en su pozo de tirador.   Cuando la vanguardia enemiga estaba ya en línea de fuego, Canales bajó su mano, con firmeza, para que fuera detonada la mina, pero únicamente explotó el estopín, un fulminante con el sonido de un tiro 22, que únicamente advirtió del riesgo a la tropa.

En ese momento comenzó el fuego nutrido; los primeros dos soldados cayeron abatidos, pero pronto los demás empezaron a rodear; era un fuego ensordecedor y las balas silbaban sobre sus cabezas.  En unos minutos el área estaba cubierta de humo y del olor acre de la pólvora; El compañero encargado de la mina fue el primero en retirarse; antes le gritó a Canales que se fueran, que era imposible sostener la posición y que ellos ya habían cumplido con su responsabilidad.

Pero Canales no quiso dejar el puesto; sentía que la sangre le hervía en el cuerpo.  El minero se fue y atrás de él el otro, que además dejó tirado su fusil; era un compañero de reciente incorporación y ese era su primer combate.

Canales no dejaba de disparar y se devanaba de un lugar a otro, para no quedar en la línea del fuego enemigo.  Los gritos de los soldados no lo asustaban; no era primera vez que los escuchaba: -¡guerrilleros apestosos! ¡botas de hule! ¡come tamal shuco!;  ¡los vamos a hacer pedacitos malditos!

Pero finalmente lo hirieron; primero en un hombro y aún siguió combatiendo; luego fue alcanzado en el vientre;  habían pasado unos 20 minutos de combate; empezó a perder fuerzas y a sentirse mareado.

Poco a poco se fue retirando a rastras; no oía que lo siguieran.  Finalmente perdió el conocimiento.

El instinto hizo que despertara, sin que supiera cuánto tiempo había pasado.  Se levantó y trató de caminar; avanzó unos cuantos pasos, su vista estaba nublada y alcanzó a ver a un grupo de hombres con uniformes oscuros.  Imaginó que serían los soldados y que ahí lo acabarían, pero ya no tenía fuerzas para más. Cayó nuevamente desmayado.

Cuando despertó estaba con los compañeros, que le daban primeros auxilios.

Se supo después que durante el combate el ejército había tenido más de 15 bajas, entre muertos y heridos. En el campamento, al escuchar los tiros se organizó la fuerza; unos combatientes sacaron al comandante Ruiz y otros atacaron al enemigo desde otro punto;  con heridos y con fuego cruzado, el oficial del ejército ordenó la retirada.

Canales fue enviado al exterior, para su curación, pero antes fue condecorado por Ruiz, por su valor y sus hazañas.

Tiempo después, ya recuperado, fue herido accidentalmente por un compañero, al que se le fue un tiro que le fragmentó el codo del brazo derecho y tuvo que salir nuevamente. Fue entonces cuando lo conocí, en Nicaragua.

Su gran deseo era que le pusieran una prótesis con la que pudiera doblar el brazo para poder disparar, pero aunque esto podría haber sido posible, no se lo permitieron.  El comandante Pablo habló con él y le dijo que podía dar mucho más desde otro frente de lucha, no necesariamente como combatiente.

En Nicaragua tomó el nombre de “Juan”;  se preparaba políticamente, leía mucho; aprendió a utilizar la máquina de escribir y a conducir vehículo. Tenía bajo su cargo un pick up Toyota, de doble tracción, y aunque le gustaba correr, era cuidadoso.

Una noche, luego de ir a dejar a unas compañeras a su casa tomó la avenida de La Resistencia, en Managua, a alta velocidad; no habían carros, pero de pronto se encontró de frente con un bus, conducido por un tipo ebrio, en contra vía y se estrelló. El pick up quedó como acordeón y él, aún con vida, sólo pedía que lo sacaran de ahí.

Así murió Canales, en un accidente de tránsito;  40 soldados no habían podido doblegarlo.

1 comentario:

  1. =( huy que mal...pero siga adelante don Luisito me gusta leer sus historias!

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