- “Julieta, India Lima”, “Julieta, India, Lima”. El llamado era insistente.
Luego de unos minutos se dejó escuchar: -“Romeo, Oscar, Charly”, QRK? (ROC, ¿cómo me escucha?)
ROC se molestó y lo hizo ver, de una manera entendible para ellos:
- QRK cero con usted; ¿dónde se había metido?
JIL dio parte, con mucha naturalidad y tranquilidad.
- Lo que pasa es que acabamos de tener 18 usted.
- Ahh!!! Dieeeeeciocho ¡!, pero no tuvieron 64?
- Punto Alfa, punto alfa, pero le voy a pasar un 52.
(JIL: - acabamos de ser atacados. ROC: -¿pero no tuvieron bajas?
JIL: - Afirmativo; pero le voy a pasar un mensaje.)
Nosotros, del otro lado del radio; escuchando, grabando, a la caza del más mínimo error que determinara si el ataque a la zona militar había tenido más que un impacto mediático; si habíamos logrado hacer bajas.
Sus códigos eran muy sencillos al principio, pero de a poco fueron haciéndolos más difíciles; utilizaban distintas claves, una por día; luego las cambiaban a cada mensaje, pero siempre había un punto de quiebre, que identificaba el código que se estaba utilizando.
En Petén, el comandante Martín, jefe de comunicaciones e inteligencia en el Frente Norte, se fue especializando, con un equipo de compañeros y compañeras; cada vez era más segura la movilización de la guerrilla, así como la preparación de combates y ataques a las bases del ejército.
Por ese entonces se dio un golpe fuerte a las fuerzas gubernamentales en el río La Pasión. Nos enteramos que un pelotón de tropas especiales se trasladaría por el río, de un punto a otro. Coincidió que parte de la Fuerza Principal se encontraba en las cercanías y se preparó la emboscada. Fue un aniquilamiento casi total. Hubo pocos sobrevivientes.
El ejército, a nivel de mandos altos, comenzó a sospechar que estaban siendo monitoreados, que había alguna debilidad en sus comunicaciones y determinó, muy seguramente, que era necesario que sus mensajes fueran más seguros.
Empezaron a utilizar, cada vez más, la telegrafía, pero nuevamente se equivocaron. Los guerrilleros y guerrilleras seríamos gente sencilla del pueblo, con distinto nivel académico unos, o con bajo o casi ninguno otros, pero jamás estúpidos. Además teníamos una voluntad inquebrantable por alcanzar el objetivo final, a cualquier costo y eso nos obligaba a prepararnos.
En el equipo de RR se trabajaban 18 horas al día, en jornadas normales; durante operaciones se orientaban turnos, pues había que permanecer las 24 horas, a la espera de los resultados, o de la orientación oportuna del puesto de mando. En nuestras manos estuvo, en muchas oportunidades, el éxito o el fracaso de la operación.
Por aquellos días, en México, Juan Antonio y yo fuimos asignados para especializarnos en telegrafía. Estuvimos casi un mes, en una casa a donde llegó también una compañera de la hermana organización Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP); su seudónimo no lo recuerdo; pero su sonrisa, sus ojos grandes y llenos de vida, su piel morena y su cabello largo, quedaban grabados en la memoria, inevitablemente. Su carácter también era muy dulce, parecía ser maestra por naturaleza.
No sólo nos enseñó telegrafía; también aprendimos a construir nuestras propias llaves, tanto para comunicar, como para enseñar, con señales de luz y chicharra.
Unos meses después se me orientó regresar a la Zona Base, en Petén; para montar una escuela de telegrafistas.
ROC y JIL eran radio-operadores de mando; especialistas, cometían pocos errores; su transmisión en Morse era limpia y rápida, pero había otros operadores de radio, de zonas militares o destacamentos, que eran muy indisciplinados y revelaban información valiosa. Algunos de ellos soldados, con algún nivel educativo, de reciente incorporación en las comunicaciones militares.
En ocasiones en clave y otras veces abierto, se referían a lo “yuca” que era el jefe; los obligaba a trabajar parados y aguantarse las ganas de ir al baño; eso minaba su moral e incidía en el incremento de las debilidades. Cuando tenían oportunidad hablaban de sus desmanes, en sus días de licencia. Ese relajamiento los hacía dar información que en nuestro poder era valiosa.
En el equipo de RR teníamos grabadoras, que nos garantizaban no perder detalle en mensajes muy rápidos, transmitidos en telegrafía; lo bueno era que esa información iba abierta, oficios, órdenes generales, planes de operaciones, movimientos grandes de tropa; también mensajes administrativos, deserciones, permisos, puestos de registro, acción cívica, en fin, la seguridad, según ellos, estaba en la clave Morse.
ser parte del RR no era facil era tiempo completo encerrado y con mucho riesgo
ResponderEliminares parte de la guerra
pero si recuerdo todo lo que aprendi desde la diciplina hasta compartir una tortilla con limon y chile
a moejorar el sistema de gamas numericas
recuerdo mi felicidad frente al radio cuando el ejercito hacia cambio de codigos, era dificil entender lo que mandaban pero cuando logre desifrarlo me quede hací bueno hijos de.......... ya los tengo nuvamente. eso me gusto mucho deveras
gracias CHejo por esa eseñansa.