martes, 1 de marzo de 2011

“Del agua mansa líbrame Dios...”, Un problema interno a superar

Nota: Pensé 10 veces en publicar esta parte de mi historia y finalmente me decidí; historia al fin, ya está escrita y puede aportar al analisis de aquel momento; a mostrar al guerrillero hombre, mujer, con errores, aspiraciones y hasta ambiciones, pero que finalmente era parte de una colectividad que luchaba por una Guatemala diferente.  Algunos seudónimos fueron modificados intencionalmente.


Ingresé al Petén en condiciones adversas; no sólo porque mi condición física y mi vista no eran las mejores, sino porque unos meses antes se había generado un conflicto interno de regulares proporciones, que si bien estaba en vías de solucionarse, un grupo inconforme permanecía en la Retaguardia, a donde yo me dirigía.

Las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) en Petén estaban integradas por el Regional Norte “Capitán Androcles Hernández”  y tres frentes: “Feliciano Argueta Rojo”, “Raúl Orantes”, “Lucio Ramírez” y "Mardoqueo Guardado", ubicados en puntos estratégicos del departamento; más tarde se abriría otro, el "Panzós Heróico", que incursionaría en las zonas altas de Alta Verapaz.

El jefe del Regional Norte, el capitán Reyes, formaba parte de la Comandancia de las FAR, donde era común que se tomaran las decisiones militares; éste era uno de los niveles de conducción; también habían otros espacios donde se analizaba la situación social, política y militar y se tomaban importantes decisiones: El Pleno, integrado por la comandancia y los principales cuadros políticos de la organización y el Pleno Ampliado, al que se agregaban cuadros medios.   Se convocaban cada uno o dos años.

Reyes criticaba un excesivo verticalismo en la conducción de la guerra; señalaba que la débil democracia interna impedía el avance en los objetivos estratégicos y el desarrollo de otros cuadros; y aunque su planteamiento en líneas generales no era descabellado, lo desvirtuó con la forma de abordarlo: trató de convencer a algunos jefes militares, al médico,  al jefe de la retaguardia y algunos oficiales de menor rango, que no entendían bien el problema, pero que lo siguieron inicialmente.  Convirtió su propuesta en una conspiración que además estuvo saturada de mentiras y verdades a medias.

El comandante Pablo Monsanto se caracterizaba por su liderazgo nato, su nivel de apertura, por saber escuchar a sus subalternos;  no tomaba decisiones radicales, sino hasta que no hubiera más opción, y si bien existían los distintos niveles de discusión democrática, habían otras orientaciones y medidas que venían de arriba; la democracia funcionaba de forma vertical para garantizar el éxito de los planes.  El “horizontalismo” era considerado un atentado a la seguridad.

El subteniente Moreno, uno de mis jefes inmediatos en el área de comunicaciones, era parte de los conspiradores; estaba afuera y pidió verme antes que entrara; me dijo que debía llevarle al teniente Víctor unos cigarrillos;  en una de las cajetillas había colocado un mensaje oculto donde decía que yo era un enviado de Monsanto; que por nada del mundo me llevará al centro de comunicaciones, que me aislara y me dejara en la unidad del sargento Rubelio, de logística, para que me dedicara a cargar maíz y vituallas, hasta la desesperación.

Ubiqué la cajetilla, con una marca extraña, la abrí y encontré el mensaje;  mi plan inmediato era contactar con la patrulla del Teniente, Rony, jefe de la seguridad del comandante Monsanto, y entregarle el escrito, pero no fue posible; a él también le habían impuesto restricciones.

Al llegar al campamento de Rubelio me encontré con el sargento Carlos, jefe de la Retaguardia y el Teniente Sebastián, médico de la guerrilla;  ambos vinculados al complot.  Me recibieron con mucha amabilidad, pedían que les contara como estaban las cosas afuera; era más bien un interrogatorio;  trataban de encontrar en mis palabras algo que me delatara; en su ingenuidad creían que yo era “el gran espía”.

Esperaron que me durmiera y registraron hasta el último rincón de mi mochila, pero no encontraron nada más que los cigarros que llevaba para Víctor, donde cuidadosamente había vuelto a colocar el mensaje oculto.

Supuse que no entregar la cajetilla marcada podría ser contraproducente para mí, por lo que sólo memoricé el mensaje.

Víctor, que en jerarquía era superior a Moreno, era el jefe de comunicaciones en Petén; tenía una forma de pensar diferente; de origen campesino y condición revolucionaria innata; era hijo de uno de los impulsores de la guerrilla en el sur del país.

“Coshnoy”, como le decían a Víctor, regaló los cigarros; a mí me dio dos cajetillas, una de ellas era la marcada;  además, nunca cumplió las recomendaciones de Moreno y ese mismo día me trasladó al campamento de comunicaciones “El Túnel”, de donde saldríamos, a poco menos de un mes, ante la presencia del ejército.

A unos diez minutos estaba el campamento principal de la Retaguarda el “Nadie se escapa”; los nombres se ponían por alguna característica que tuvieran o por alguna situación o anécdota que recordara. Del “Nadie se escapa” habían tratado de desertar dos o tres compañeros, que habían sido capturados casi de forma inmediata, en sus cercanías.  Cualquier compañero o compañera que desertara se convertía en un riesgo de seguridad; cuando eran capturados recibían una sanción; pasaban un tiempo desarmados, eran trasladados a otro frente o afuera del país.  Lo primero que se hacía era conversar con ellos, conocer cuáles eran sus inconformidades, sus motivaciones, sus problemas o temores;  generalmente el Comisario Político era el encargado de ese proceso.  En muchas ocasiones los compañeros superaban el problema e incluso se convertían en valiosos combatientes,  pero también había algunos que reincidían y lograban irse. 

Víctor me enseñó a colocar la antena del radio transmisor; había que tener fuerza y puntería para lanzar una cuerda que debía cruzar el horcón de un árbol alto, para levantar el cable principal y luego jalar los brazos hacia los extremos; era una hazaña lograrlo en la selva, tupida y con espinas por doquier.

En poco tiempo tuve los planes de comunicación en mi poder; supe que los tres frentes se concentrarían en la Retaguardia donde se integraría la “Fuerza Principal”, pero también el ejército había detectado movimientos anormales y esperaba dar un gran golpe.

2 comentarios:

  1. Don Luisito me tiene encantada con su
    narrativa deveras y nuevamente
    muchas gracias por compartir sus
    experiencias. Siga adelante!

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  2. Que difícil ha de haber sido vivir todo aquello. te respeto mucho.
    y te prometo que todo lo que vivieron no fue vano, estamos camino al cambio, nosotros, por los que en aquel momento lucharon!
    Gracias.
    Att. tu hijo.

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