martes, 8 de marzo de 2011

La Capitana María

María y Pablo, en Petén.
Dedico esta entrada a todas las revolucionarias guatemaltecas; a las que cayeron, soñando con una nueva Guatemala; a las que sobrevivieron y aún tiene la osadía de creer que ese gran sueño puede ser posible y a todas las guatemaltecas que desde sus espacios construyen, granito a granito, un país diferente.



“ _  Estrella fugaz , estrella fugaz  ¿me copias?”

“ _  Estrella fugaz , estrella fugaz  ¿me copias?”

Era la voz de la Capitana María, que insistía con premura en la comunicación, desde algún lugar inhóspito de la selva de Petén.


“ _  Estrella fugaz , estrella fugaz  ¿me copias?”

“ _  Estrella fugaz , estrella fugaz  ¿me copias?”


“  Cóndor,  Cóndor, Cóndor, Cóndor……  te copio, te copio, ¿tienes algo? “.

Una sonrisa llenó el rostro de María; sus grandes dientes blancos iluminaron su cara y devolvieron la vitalidad que siempre había en ella.

Había escuchado la voz de Niurka, la radista del Comandante Pablo, que se encontraba en uno de los frentes, coordinando una emboscada…..


Dos periodistas mexicanos que ingresaron al Petén, escribieron en un diario de ese país algo muy parecido a lo anterior.


María era para esas fechas una de las principales jefas político-militares de las FAR; delgada, de tez morena y pelo crespo;  podía ser tan dulce como dura, incluso radical;  era de familia acomodada; sus padres poseían algunas tierras en el suroriente del país;  había estudiado en los mejores colegios de Guatemala e incluso en Europa;  hablaba inglés y francés, según recuerdo.

No conozco exactamente sobre su incorporación,  pero hubo algo en la juventud de su época, que marcó sus vidas y sus decisiones;  su hermano mayor, Rolando, murió en la capital de Guatemala, tras ser perseguido por el ejército;  su otro hermano, Raúl, también había caído en Petén;  uno de los frentes llevó su nombre.

Conocí a María en Nicaragua,  en 1982, a mis 18 años, cuando apenas me incorporaba.   Los sandinistas habían pedido gente a las organizaciones guatemaltecas, para que apoyaran a abrir trincheras en municipios cercanos a Managua, ante la inminente intervención norteamericana.

Unos ocho días después hubo una confusión, en el lugar donde nos encontrábamos;  uno de los militares sandinistas dijo que ya podíamos regresar a nuestras casas;  pero después otros informaron que un grupo de guatemaltecos “había desertado”.   María enfureció.  Se reunió conmigo y me dijo que iban a investigar; que si yo era uno de los que se habían retirado sin permiso me mandaba de vuelta a Guatemala, pero que si no era así ella misma se encargaría de mi preparación.

Y cumplió su palabra;  siempre estuvo cerca de mí, protectora, velando que mi preparación fuera la mejor; que me especializara.

Sucedió en una ocasión,  cuando aún estaba en Managua, que un compañero que pasaba por una condición depresiva sumamente grave, decidió quitarse la vida.   Esto me impactó sobremanera;  podía entender que un compañero o compañera fuera capturado por el enemigo, desaparecido, torturado y asesinado;  o que en el fragor del combate se dieran bajas.  Era una guerra.   Pero que alguien decidiera cortarse la existencia no cabía en mi cabeza.   María habló conmigo;  con mucha calidez trató de hacerme comprender que eran cosas que podían pasar;  no se me olvida cuando dijo “los revolucionarios y revolucionarias tenemos un corazón muy tierno, noble; por eso estamos aquí,  pero debemos aprender a protegerlo con una coraza”; “Aún le falta mucho por ver”, agregó.

Unos meses antes de mi viaje a México, previo a ingresar a Petén, tuvimos una pequeña celebración en una casa y me pidió bailar con ella;  era incansable y al cabo de un rato le pedí “un cinco”;   en la guerrilla, un cinco o un diez, eran cinco o diez minutos de descanso, luego de una hora de marcha.   Ella me dijo, un poco seria, “usted todavía no tiene derecho a pedir ningún cinco”.   Claro, tenía razón.  Todavía no conocía la montaña.

Siempre estuve muy cerca de la Capitana y ella siempre influyó en mí.   En los años previos a la firma de la paz le sobrevino una enfermedad degenerativa del sistema nervioso que le provocó la muerte.   Había pedido que sus restos fueran incinerados y depositados alrededor de una Ceiba, en una finca de combatientes desmovilizados, en Petén.


La capitana María fue una revolucionaria de vanguardia, al igual que muchas otras compañeras, que regaron su sangre en distintos rincones de nuestra Guatemala.

2 comentarios:

  1. Don Luisito como siempre excelente, como dirían por allí son FANS de su escritura. QEPD todas aquellas mujeres que han muerto en la lucha de un mundo mejor.

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  2. Wow... muy bueno! felicidades...
    creo que vi a la capitana María al final...
    que honor.

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